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Desde la Meseta

Se acabó el kilométrico

Casi estoy seguro que lo que utilizaba Puigdemont era el viejo y reconocido kilométrico. Aquel libreto que daban a los familiares de los ferroviarios para que pudiesen viajar gratis por todo el territorio nacional durante el año, a base de ir cortando tickets con el número de kilómetros cada uno. Sólo que Puigdemont debía de tenerlo internacional y así saltaba de país en país como el juego de la Oca: y tiro porque me toca.

Así saltó a Francia para pasar a Bélgica. Después fue a dar una conferencia a Copenhague y no convenció. Dio vueltas por Bélgica intentando encontrar amigos, pero tampoco se lució. Así que, últimamente, creyó que Helsinki le traería más suerte, pero al regresar a Bruselas tuvo la mala suerte de quedarse sin gasolina al pasar por Alemania y allí mismo le echaron mano, no obstante llevar un coche camuflado con matrícula belga: se le acabó el kilométrico a Puigdemont y su breve y posible vuelta a España, aunque él querría acabar definitivamente en Cataluña, que para su persona y dignidad no es España, y asegurarse como presidente de la Generalitat que era su ambición.

Sus abogados marearán la perdiz y harán lo posible para que su tardanza sea cuanto más tarde mejor, pero de momento la Justicia alemana le entretiene en prisión y no le darán otro kilométrico para seguir pasándolo bien y de viaje por Europa: pobre Puigdemont, le han cortado las alas en una gasolinera. Si hubiese tenido un coche híbrido otro gallo le cantaría. Pero a este gallo de momento le han desplumado. Cosas de la mala vida y peor política.

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