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Alberto Menéndez

Recuperar la consistencia

Lo que significa ser un equipo con aspiraciones

El Oviedo no encuentra el camino para mostrarse como un equipo consistente, como un conjunto sólido que lleve a la práctica lo que en la teoría se pregona desde que dio comienzo la Liga: que cuenta con una plantilla de altas prestaciones, con una nómina de futbolistas que debe aspirar a todo, es decir, a volver a competir en la división de oro del balompié español. Pero por lo visto en la tarde-noche de ayer y, lo que es peor, en muchos de los últimos encuentros, el Oviedo está lejos de la firmeza que se antoja indispensable para abordar con las mayores garantías de éxito la fase final de un campeonato tan exigente como el que está disputando.

Así y todo, el club azul se halla en una situación de privilegio. Y con tiempo de sobra para poder rectificar. Pero para eso deberá de dejar de jugar con fuego. Y ya. Un equipo con aspiraciones no puede dar la imagen que dio el Oviedo ante el Bilbao Athletic, que a pesar del triunfo ante los azules continúa siendo el último de la clasificación. Un equipo con aspiraciones no puede verse agobiado por los jóvenes cachorros de San Mamés; sobre todo, después de ir con viento a favor, de adelantarse en el marcador tras aprovecharse Toché de un falló de colegial del central bilbaíno. Un equipo con aspiraciones no puede ser superado en intensidad y ganas por un conjunto de chavales al que la presión de ser farolillo rojo le debería haber restado frescura. Y no, al que le faltó atrevimiento fue precisamente al Oviedo.

Perder cuatro de los últimos cinco partidos debería hacer recapacitar a los máximos responsables del equipo azul. Algo no funciona. Eso está claro. Como lo está que el problema no era del entrenador; al menos, no era sólo del entrenador.

Tranquilizar los ánimos y evitar que el Tartiere se convierta el próximo domingo en una olla a presión contra algunos miembros de la plantilla azul es una tarea perentoria, la más urgente quizás, ya que ello puede acabar repercutiendo en el rendimiento global del equipo. Lo sucedido ante la Ponferradina (los silbidos a determinados futbolistas) no debería repetirse, pero para que ello sea así es importante la colaboración del banquillo. El entrenador tiene mucho que decir.

Se suele señalar que los equipos grandes se crecen en los malos momentos. El Oviedo pasa por una crisis de juego y de resultados, eso es algo indiscutible. Pero sus jugadores están a tiempo de demostrar a los aficionados que sí, que son "grandes". Ése es su gran reto. El del entrenador, el saber elegir a los más apropiados en cada momento.

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