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De cabeza

Los detalles

Sobre la importancia de las pequeñas cosas en un partido de fútbol

El pasado domingo, el Getafe y el Oviedo jugaron un partido de fútbol. Parece una obviedad, pero hay muchos partidos de fútbol que no lo son. Guardan las apariencias, nos distraen con tres o cuatro cosas y nos vamos para casa tan contentos. En los verdaderos partidos, al igual que en las novelas, hay que meterlo todo como decía Virginia Woolf. El repertorio del fútbol es rico y variado y cuanto más se muestre ese repertorio, más se alimentará nuestro estómago futbolístico. Las victorias de nuestro equipo, si carecen de matices y detalles, nos llenarán; matarán la urgencia del hambre, pero no aportarán vitaminas ni proteínas. Dice un aforismo clásico del fútbol que, a veces, un encuentro se dirime por pequeños detalles. El maestro ruso del cuento, Anton Chéjov, creía firmemente en la trascendencia de los detalles narrativos. Afirmaba el autor de "La dama del perrito" que si en el primer párrafo de una historia aparecen unas gafas, esas gafas han de tener alguna incidencia en el relato. Chéjov no creía en los pasajes de relleno. El fútbol, si aspira a ser importante y memorable, no debería descuidar ningún detalle.

Al Oviedo, por ejemplo, le perdió la falta de personalidad en la segunda parte. Una de las cuestiones más peliagudas para un equipo es evitar contagiarse de su rival. Tras el descanso, el Getafe subió los decibelios, intensificó y enloqueció el juego. El Oviedo, en lugar de enfriar el ardor madrileño y mantener la posesión del balón en la medida de lo posible, reculó en primera instancia para participar después en el intercambio de golpes. Y en este caso, los detalles nos dieron la espalda: un remate al palo en el descuento, un mano a mano con el portero del Getafe, una buenísima oportunidad de Michu.

Encierra el equipo azul un misterio difícil de descifrar: a pesar de no haber despachado un buen partido completo; de la rácana cifra de puntos, cuando es capaz de trenzar juego y mirar a la portería contraria, llega con pasmosa facilidad y no sin estilo. Es una novela con voluntad estética pero aún sin narrador. Comparto el deseo de que sea un equipo reconocible, si por reconocible entendemos que sea un equipo que sepa a qué juega, que es tanto como pedirle a un novelista que sepa qué historia nos quiere contar. O quizás sea uno de esos exploradores que hace camino al andar.

Mientras tanto, el desánimo y la inquietud empiezan a gotear como dos gotas insidiosas. La afición comienza a parecerse a ese espectador impaciente porque la trama del film no avanza. Hace falta ya un poco de acción. A los personajes los conocemos. Al narrador, lo intuimos. Cámara y acción. Pero que no sea a través de unos efectos especiales. Las buenas películas se recuerdan por sus buenos guiones.

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