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José Luis Salinas

Levantar el muro

El Oviedo se ha ganado un voto de confianza, pero es vital confirmar que lo de Huesca fue un accidente

El muro cayó en Huesca. Todo de lo que el oviedismo presumía quedó desmontado en lo que duró la primera parte en El Alcoraz. La férrea defensa dejó de ser inexpugnable para hacer aguas, y caerse ladrillo a ladrillo casi de un simple plumazo. ¿Es un accidente o una tendencia peligrosa? ¿No hay equipo para más o estamos desaprovechando nuestras armas? El mar de dudas que se ha abierto es del tamaño de un océano y quizás el de hoy no hubiera sido el mejor partido para comprobarlo. El Levante es un equipo rocoso, duro y que tiene mucha suerte en momentos claves del partido. Vamos, como lo eran los carabayones antes del accidente oscense, porque vamos a confiar en que solo fue eso, algo circunstancial, solo que los de Orriols son aún mucho más efectivos. Tienen todo el perfil de lo que tiene que ser un líder sólido en esta categoría. Aunque esto es demasiado largo y torres mucho más altas han caído.

Más allá del muro hace mucho frío. Si la defensa falla, al Oviedo, por lo visto en estas primeras jornadas, le queda muy poco que ofrecer. Con Michu y Toché descafeinados hay que confiarlo todo en amarrarse muy bien atrás y matar en la única que se tenga. Como tantas veces ha pasado esta campaña. Ya no es una cuestión de suerte, es una cuestión de actitud a la hora de encarar los partidos. Porque la misma fortuna que se ha tenido, por ejemplo contra el UCAM, contrasta con la mala ventura que se tuvo contra el Reus. Aún con algún que otro detalle, la parte de arriba debería de comenzar a carburar. Hierro fijó la fecha en la que el equipo debería de estar a pleno rendimiento allá por el próximo febrero. Quedan muchos puntos aún por el camino para llegar a eso. Mucho que sufrir y mucho que defender.

Hay que reconstruir el muro. Es vital confirmar que lo que pasó en Huesca se debe a un mero accidente, a una tarde tonta que suelen tener los equipos que aspiran a ser grandes de vez en cuando. Por el momento, tampoco hay motivos para desconfiar, porque los pupilos de Hierro se han ganado un voto de confianza. Al menos, en lo que a defender se refiere. Qué mejor que demostrar ante Carmelo del Pozo, actual director deportivo de los valencianos y aquel que se llevó "su trabajo" a orillas del mediterráneo, que todo vuelve a estar engrasado e ir dando ya un golpe sobre la mesa para ir demostrando que esto va en serio. En todo esto, hay algo que durante estos meses Fernando Hierro ha hecho muy bien y ha sido tratar de centralizar toda la presión sobre su figura. Casi se les escapa la situación de las manos cuando los resultados no llegaban y la grada comenzó a dirigir sus iras hacia determinados miembros de la plantilla. Pero ha sabido como reconducirlo todo.

Al muro le falta fondo. Si algo quedó claro en tierras aragonesas es que el Oviedo tiene un fondo de armario, cuanto menos, flojo, o que no acaba de ponerse a la altura de los que son los teóricos titulares. Los cedidos, excepto Torró, está aportando entre poco y nada, y hay jugadores que acumulan oportunidad tras oportunidad sin demostrar nada. ¿Y qué pasa con los nuestros? ¿Por qué no hay más canteranos en el primer equipo? El equilibrio es complicado, y el roto de los últimos años aún está por cicatrizar. No se debe de descapitalizar al Vetusta porque también es necesario que el filial vaya ganando posiciones y, si se puede, subiendo de categorías, pero también debería de darse alguna oportunidad a los que están ahí abajo. Y más viendo el rendimiento que están dando algunos de los que están allí arriba, especialmente entre el grupo de los cedidos. El propio Hierro ha ido, poco a poco, perdiendo la confianza en muchos de ellos, y salvo accidente, o casos de fuerza mayor (como la sanción a Verdés) ya no suelen pasarse por las convocatorias, ni siquiera para lucir palmito en el banquillo. Habrá que atinar mejor en enero.

El muro está bien cimentado. Los vaivenes deportivos no quitan que las bases del Oviedo estén cada vez mejor asentadas. La ampliación de capital que se aproxima y con la que los mexicanos pasarán a controlar la gran mayor parte del accionariado es una muestra más de compromiso, y ayuda a que el horizonte económico esté cada vez más despejado. Quién lo iba a decir hace cuatro años, cuando todo era un erial. Si la operación transita por los cauces de los que se habla, Carlos Slim pasará a tener un 75%, un porcentaje que ya le permite hacer y deshacer a sus anchas en el equipo, en el club y en la institución. Incluso venderlo si se les antoja.

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