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De cabeza

Ortografía

Sobre la propuesta futbolística desplegada por el Real Oviedo a lo largo de esta temporada

Si no fuera por la de libros que aún quedan sin leer, uno se pasaría la vida leyendo diccionarios. Fíjense, por ejemplo, en la definición de ortografía: "Parte de la gramática que enseña a escribir correctamente por el acertado empleo de las letras y de los signos auxiliares de la escritura". En León, por fin un partido al que se le puede llamar final con toda propiedad. Después de asistir a un espectáculo bochornoso por parte del Oviedo, los números, tan caprichosos esta temporada, todavía dan remotísimas posibilidades a los azules. Quien quiera agarrarse a ello, ha de saber que viene a ser lo mismo que comprar un décimo de Navidad y creer ingenuamente que su número es el del Gordo.

La ortografía de este campeonato nos demuestra que tantos puntos suspensivos han vaciado de argumentos a futbolistas y afición. Si al menos hubiésemos tenido alguna coma, algún punto y seguido... Los signos de puntuación, entre otras cosas, son orificios por donde respira ese ente vivo que es un párrafo. Los puntos suspensivos son una tentación de abismo más que un "continuará". Un texto donde hay más signos de puntuación e interjecciones que palabras es un texto ilegible. Así, empachado de interjecciones, se presentó el Oviedo al partido contra la Cultural, más pendiente de la guerra que del juego. Perdido ya por completo el criterio fundamental que recordaba no hace mucho el mito del Liverpool Alan Kennedy: "Si no tienes posesión, has de tener posición". Alguien en el club debe plantearse muy seriamente las similitudes entre las tres conclusiones de temporada desde que estamos en Segunda: con un equipo jugando por debajo de una mínima dignidad que se le exige a un futbolista. Hoy por hoy, nos va más la retórica y las promesas que los hechos. Las justificaciones se caen como fruta madura: la económica, esa que apela al tope salarial, tampoco sirve. El Huesca ha quedado campeón con uno de los presupuestos más modestos de la Liga.

Estamos a noventa minutos del cierre y los interrogantes se abren paso a través de una ortografía cansina. Quizás toque el Gordo y alguien entonces me imponga un justo silencio. Nada me haría más feliz que una imprevista vida monacal mientras durase la promoción de ascenso. Pero el fútbol tiene la virtud de ser variable y terco a la vez. Eso sí, no consiente la descortesía. Y olvidarse del balón, tratarlo como si fuese una zarza ardiente traiciona el protocolo más elemental e histórico de este deporte. Cada enfermedad tiene sus síntomas y las del mal del Oviedo son jugadores desnortados y sin discurso, atropellando y atropellándose. Con qué facilidad tan pasmosa se ha olvidado que, en el fútbol, se puede ser rápido si piensas lento. Y tampoco hay signo de interrogación que determine la frase entrecortada de una decepcionada afición.

Por suerte, los chavales del filial vuelven a Segunda B dieciséis años después. Alguien debería leer con atención la página de este éxito. Ya lo dijo Javi Rozada al finalizar el encuentro en El Requexón: "Un ascenso se logra en el día a día".

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