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Alejandro Ortea

Varadero de Fomento

Alejandro Ortea

Principio de Peter

La destitución "en diferido" del director del Festival de Cine y la pérdida de confianza de la Alcaldesa en el edil Arrieta

Le han dado una prórroga al director del certamen de cine, pero con fecha de caducidad. Le dejan perpetrar otra edición más, la de este 2016 y luego, a casita. Eso es lo que acordó el concejo extraordinario de administración de la sociedad municipal para los divertimentos y demás festejos. Los del moriyonato se quedaron solitos, compuesto y sin apoyos mayores. Conseguir unos meses de gracia "por falta de tiempo para poner a otro director" es una manera como otra cualquiera de ganar tiempo. No se atreven con Carballo, en primer lugar porque después de él sigue la cadena hacia arriba y, en segundo, porque no saben en dónde encontrar a otro u otra que lo supla. Ya nos lo vino a decir el políticamente poco experimentado gerente de Divertia, Jorge González-Palacios, al que se le escapó que el insípido actual director, tras la prórroga, podría presentarse a la renovación para 2017, no se sabe si para darle ánimos de cara a un final de contrato con esperanza, y así hacerle más llevadero el tragar la píldora de la destitución en diferido, o anunciando alguna picardía por venir para saltarse, en clara demostración de rebeldía, el mandato del concejo de administración. Le falta destreza al estrenado gerente que, de momento, en lugar de amansar las aguas, deja una marejadilla de fondo de imprevisibles consecuencias: esperemos que, al menos gerencie y aporte las soluciones que su antecesor y ahora jefe, el concejal-presidente de la sociedad, Jesús Martínez, se muestra incapaz de encontrar, salvo tres o cuatro amagos de maldades mal traídas.

No hay suerte con los concejales. Hasta un veterano como el veterano concejal de obras, Manuel Arrieta ha pinchado, y le ha salido la vena de funcionario, es decir, se pierde en los procedimientos y se olvida de los pesares de la ciudadanía. Así, enredado por entre los expediente, se le eternizan las obras hasta el punto de que tiene hasta el gorro hasta a la caritativa cirujana, a la sazón pía alcaldesa minoritaria, que clama ante el retraso de las pequeñas cirugías urbanas como las de las calles de Aguado o de Donato Argüelles y ella misma, a su vez, se marea con los asuntos portuarios o la operación de las estaciones. Estamos, por lo que se ve, ante un gobierno municipal con un grado de incompetencia muy llamativo: ninguno llega al acierto en el nivel que le corresponde: un buen comercial no termina de madurar como gerente; un gerente ya ducho sólo amaga con maldades como concejal de festejos y turismo; un probo funcionario se extravía entre los expedientes en su papel de edil de obras y una alcaldesa no logra comprender su papel tras casi cinco años de ejercicio. Son, en su conjunto, magníficos ejemplos del nuestro viejo y conocido principio de Peter que, recordemos, reza aquello de que "en una jerarquía, todo empleado tiende a ascender hasta su nivel de incompetencia". Y ahí los tenemos, tan felices y tan contentos para nuestra desgracia y general desazón.

Menos mal que para lo mayor cuentan con el inestimable apoyo de los de Cándido y Morala, los de la Corriente, disfrazados e concejales de la marca blanca de Podemos. De vez en cuando, les dan un revolcón, como con los toros, para que no se diga y quedar bien con su peña menos aviesa.

A la única oposición existente, la del PSOE, sólo le queda denunciar estas cosas y denunciar las que puede, aunque no parezca tenerlo todavía muy claro con el asunto taurino y se quede en la barrera sin tirarse al ruedo o sentarse en la grada. Les falta, para conectar con los ciudadanos el plus que ha de tener como oposición: frescura y un poco más de atrevimiento. De hecho, al escucharles a veces, parecen aplicados concejales de gobierno, con los temas bien estudiados, con aporte de soluciones, pero sin conseguir la necesaria transmisión con la gente: conocen las razones por las que Carballo es un mal director del evento cinematográfico, saben por qué al concejal Arrieta se le eternizan las pequeñas obras y sabrían solucionarlo si mandaran ellos, tienen las cosas claras en cuanto a la relación puerto/ciudad o al problema de las estaciones y, sin embargo, no aciertan a transmitirlo adecuadamente. En definitiva, el gobierno no sabe gobernar y los de la oposición no consiguen convencernos de que tienen la solución para tanto entuerto, que la tienen.

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