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Alejandro Ortea

Varadero de Fomento

Alejandro Ortea

Exceso de jabalíes

Una especie salvaje que, metafóricamente, toma asiento en alguno de los escaños del Parlamento

Lo que se lleva estos días, lo que está de moda o, si se prefiere, de rabiosa actualidad, es hablar del PSOE. Cualquier cosa es susceptible de ser desmenuzada, comentada o analizada hasta la extenuación: las declaraciones de una diputada "sanchista" venida a menos, los gestos de un presidente de comunidad autónoma -no digamos ya el de la nuestra, en el centro de todos los huracanes-, el artículo escrito por algún exministro o hasta las respuestas a una entrevista de una señora, sin militancia conocida, pero considerada como cercana a las posiciones socialistas. Tal es la potencia de la moda que hasta una considerable proporción de afiliados socialistas han creído su propia importancia y se dedican, a través de las redes sociales, a sesudos autoanálisis que se dedican unos a otros. Es de esperar que esta situación, ciertamente anómala, decline en cuanto se invista a Mariano Rajoy como presidente de un nuevo gobierno y cada uno quede en su sitio: los del PP con su gobierno en minoría y sus tribulaciones en los juzgados por sus múltiples casos de corrupción y el resto a sus labores de oposición más o menos airada. En esto de los malos humores en el hemiciclo es donde comparecen en escena los jabalíes parlamentarios.

Sí, porque en estas dos últimas legislaturas tenemos en la Carrera de San Jerónimo perfectos ejemplares de jabalí parlamentario en forma del grupo de Podemos: sus malas formas, aderezadas de abundante sal gruesa, van a juego con el pésimo fondo de sus planteamientos políticos, teñidos de un izquierdismo ultra, ora revolucionario, ora de salón, o de un populismo extremos, pero nunca de posiciones que faciliten la sana convivencia entre todos los ciudadanos.

Y si tal es su comportamiento en el Congreso de los Diputados, lo mismo se les puede aplicar sin atenuantes en el resto de parlamentos regionales o en los diferentes ayuntamientos en los que detentan algún tipo de representación.

Hay quien esperaba, con manifiesta ingenuidad algún tipo de acuerdo de las huestes de Pablo Manuel Iglesias con el resto de la izquierda, pero, vistos los antecedentes y las experiencias habidas, ya se ha constatado que eso es imposible. El único lenguaje que entienden desde Podemos no es el de colaboración con otras fuerzas políticas, sino la absorción por las buenas, como han hecho con IU. De momento, el bocado del PSOE es demasiado grande para sus anhelantes fauces políticas.

De ellos, se puede esperar siempre lo peor, como que hagan una coalición bajo cuerda con la derecha, como sucede en esta nuestra populosa villa marinera o que les moleste la celebración de los premios Princesa de Asturias, como viene acaeciendo en la capital de la provincia. Hoy por hoy, son lo peorcito del panorama político y a sus filas van a parar y juntarse los más nefastos de los actuales representantes del actual panorama político.

Hay otros jabalíes, los de verdad, con sus hocicos y pezuñas que últimamente se han decidido a realizar incursiones por nuestras áreas urbanas. Al parecer, no es cosa privativa de nuestra verde provincia y ocurre en otras villas y ciudades. Abundan los jabalíes de, digamos, pura raza y los cruzados con cerdos vietnamitas que, en algún momento de su tierna infancia, fueron adoptados por algún humano como animal de compañía y que, al crecer, fueron abandonados en el campo a su suerte.

El caso es que, al igual que sus émulos parlamentarios, que todo lo lían en las cámaras de representación política, los jabalíes de verdad se han convertido en un problema para el sano devenir de la organización de la cosa urbana. El asunto, por lo visto, va para largo y ya hasta uno de esos genios incrustados a dedo en la gestión pública nos ha advertido a los asturianos que hemos de ir acostumbrándonos a la convivencia con los jabalíes. Lo que no sabemos es si la mente privilegiada con cargo político se refería a todos, a los de especie salvaje, a los híbridos o a los figurados parlamentarios.

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