La Nueva España

La Nueva España

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Ellas y el corso

Las firmas contra el escritor Arturo Pérez Reverte y los riesgos del boicot cultural

Como el día 16 de diciembre me esperan en el teatro Jovellanos Barbara Hendricks y su repertorio de espirituales negros -género con el que cada año doy por iniciada mi Navidad-, no podría, si quisiera, asistir a la conferencia de Arturo Pérez-Reverte en el ciclo "Palabra" organizado por el Centro Niemeyer. No tengo ya interés alguno por el escritor y académico de la Lengua Española, pero me conmueve cada vez más escuchar la voz de la premio "Príncipe de Asturias" de las Artes 2000, y lo que hay detrás de ella, ese "abrir los ojos y avanzar en la luz" que es el mensaje con el que da la bienvenida en su sitio web y que resume una vida de compromiso con tanto ser sufriente.

Dicho esto, ni se me ha ocurrido estampar mi firma en la campaña contra la presencia de Reverte en Asturias, aunque entienda el enfado que hay detrás de esa acción. Lo mismo que lamenté el intento de boicot ante el coliseo gijonés, en julio de 2014, de la actuación del grupo israelí "Sheketak", por mucho que simpatice con la causa palestina. Aquella movilización trajo cola, con "los nueve del Jovellanos" juzgados y absueltos posteriormente. Creo que todos esos dolores de barriga se podrían haber ahorrado. Pero para ello hemos de creer de verdad que la cultura no tiene fronteras, que dejarla fluir es tender puentes y lo contrario es coartar.

Reverte ha tuiteado que las que firman contra su charla -por misógino- "son chicas de pocas lecturas". Yo no lo creo así. Opino que esas muchachas le han leído y están indignadas. A mí me ha ocurrido. He seguido a Reverte durante años en sus crónicas periodísticas, entrevistado en una breve estancia para firmar en la Feria del Libro de Gijón su "Territorio comanche", escuchado en conferencias, leído muchas de sus novelas y artículos corsarios. Acepto deportivamente, por ejemplo, que no comparta la construcción de un lenguaje inclusivo o no sexista, es una opinión generalizada -y más dentro de la RAE-, pero me pasma su obsesión por abordar una y otra vez el asunto con el único objetivo de desacreditar con adjetivos y expresiones hirientes a quienes lo defienden.

Porque todavía más me decepciona su pulsión por insultar a todo aquel que no comparte sus opiniones. Es un síntoma tan evidente de fuga de la inteligencia y de escasa ética intelectual, tan nocivo con cualquier intento de construir en la diversidad, que a mí sólo me resta dejar dicho que ya no le leo, ni le tengo en cuenta en mi personal programación particular de actividades para elevar el espíritu. Soy una menos. El día que dé una charla ante una sala vacía -o, aún peor, llena de personas que en el fondo de su ser detesta- tendrá que preguntarse qué ha ocurrido.

Es que, en realidad, no escribo estas líneas por él sino por ellas. Por esas chicas y chicos que se han lanzado a recoger firmas en Avilés con el ánimo de que se gasten allí los dineros en traer a otras gentes. No lo hagan: simplemente, vénganse ese día a Gijón, a deleitarse con Hendricks o a pasear la ciudad iluminada. No hagamos lo mismo que las personas con las que queremos poner tierra de por medio. Demostremos que nosotros y nosotras estamos en otra liga, la difícil, la de la palabra con respeto. E inclusiva.

Compartir el artículo

stats