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La zanja de El Humedal: el secreto de Laviada

El barrio está cruzado por el antiguo canal principal que sirvió para drenar el cenagal que hasta entonces había limitado el uso de los terrenos de la zona

Durante la Ilustración los desvelos de la familia Jovellanos y el esfuerzo de la ciudadanía hicieron que Gijón avanzase mediante la ejecución de diversas obras públicas que respondían a la voluntad de progreso y modernidad de la época. No son pocas las calles y avenidas que se gestaron en las postrimerías del siglo XVIII, dejando una huella urbanística que hoy está esencialmente representada por el ensanche del Plan de Mejoras y por las actuales avenida de la Constitución, calle de Magnus Blikstad y carretera de la Vizcaína.

Junto a ellos también pervive oculta bajo el subsuelo una infraestructura de aquel periodo: la zanja de El Humedal. De hecho, uno de los secretos mejor guardados por el barrio de Laviada es que está cruzado por lo que fue el canal principal que sirvió para drenar el cenagal que hasta entonces había limitado el aprovechamiento de los terrenos emplazados al suroeste de la villa, cuyas aguas -frecuentemente estancadas- suponían además un importante riesgo para la salud.

Esta canalización realizada en la década de 1780 constaba de dos tramos que conformaban una V. El primero seguía el trazado actual de la calle Decano Prendes Pando y del paseo de la Infancia hasta llegar a la calle Llanes, mientras que el canal principal discurre aún bajo tierra entre la estación de Alsa y la carretera de la Vizcaína a la altura de la calle de Teodoro Cuesta, lugar donde inicialmente desaguaba en el río Cutis. Este segundo tramo estuvo además acompañado por el paseo de las Viudas, colindante con su ribera septentrional y que Jovellanos ansiaba ver orlado de sauces llorones.

Si bien el trazado del primer tramo aún pervive convertido en los primeros viales citados, el segundo fue sepultado por la ciudad. El escaso desnivel de su cauce influyó en que las aguas remansadas generasen malos olores e insectos, lo que determinó su progresiva cubrición reconvirtiéndose en un colector que hoy es probablemente la parte más antigua del alcantarillado gijonés en uso, cuyo origen se remonta nada menos que a hace unos 230 años.

Si bien esta mutación no resulta extraña -de hecho el río Cutis al completo sufrió idéntica transformación- sí lo es que el paseo de las Viudas desapareciese y no se mantuviese como calle.

En todo caso, aunque hoy ya no esté a la vista, en la zona aún quedan huellas que evidencian la existencia de la zanja de El Humedal. La principal deriva de haber servido de lindero cuando los terrenos de esa parte del barrio de Laviada se dividieron en solares, por lo que su trazado pervive en el plano parcelario de la mayoría de las manzanas bajo las que ahora discurre a la vez que explica el extraño quiebro que hacen las calles Perlora y Nava. Al alcance de la vista sólo queda como testimonio de esta obra la separación existente entre los edificios nº 10 y nº 12 de la calle Pola de Siero y que nos da una idea aproximada de su anchura.

Aunque es muy posible que nadie lo supiese hasta leer esto, muchos vecinos y vecinas del barrio de Laviada viven sobre ese antiguo canal que fue precisamente el que permitió hacer habitable esa parte de Gijón. Tenemos así un ejemplo más de cómo descubrir las huellas que la ciudad oculta sobre su pasado resulta esencial para entender su presente.

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