La conexión entre las subpoblaciones occidental y oriental de oso pardo cantábrico supone una luz de esperanza en torno al futuro de esta emblemática especie, cuya extinción estuvo muy cerca hasta hace apenas veinte años. Como apuntó ayer Juan Carlos Blanco, coautor de un estudio científico sobre la recuperación genética y demográfica de la especie, la mejora de las condiciones sociales de respeto al oso, y por extensión a los ecosistemas naturales y la fauna y la flora que los integran, ha ayudado mucho, lo mismo que el fin de la caza furtiva, que no deja de ser un aspecto más de ese respeto. La educación es fundamental. Quien no comprenda el valor de esa especie tiene sin duda una carencia. Y los primeros que deberían comprenderlo son los gobernantes, a quienes se ha reclamado demasiadas veces medidas para que la autopista del Huerna deje de ser un obstáculo para la dispersión del oso. Ya es hora de justificar el sueldo.
