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La mar de Oviedo

Charlatanes

Me gusta el silencio, el dulce silencio. Escribir es una manera de guardar silencio, silencio activo. Inventé un despertador que, en lugar de sonar, escribe: "Pepe, las nueve", y lo leo cuando me da por la gana. Hay personas que se creen agradables porque hablan mucho, a mí me desagradan, prefiero las que callan bien. Leí en la revista colombiana "El Malpensante" que en la primavera de 1984 Italo Calvino estaba en Sevilla con su mujer, la argentina Esther Judit, Chichita; en un hotel de esa ciudad, Jorge Luis Borges, ciego desde hacía tiempo, charlaba con unos amigos cuando llegaron los Calvino, y mientras Chichita conversaba con su paisano, Italo se mantenía apartado, como siempre, hasta tal punto que a ella le pareció oportuno comentarlo: "Borges, Italo también vino". Apoyado en su bastón, Borges levantó la cabeza y dijo: "Lo sé, lo reconocí por su silencio".

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