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La mar de Oviedo

Cue

Pasé la tarde del domingo en la playa de Antilles, Llanes; llegué con la marea alta, caminé hasta Punta Mohosa, o de Santa Clara, desde el acantilado, qué sé yo los metros de altura que tiene, hice un clavado, con dos tirabuzones y medio, nadé hasta la Isla Grande y de ahí al continente, me duché en la ducha pública y, hablando de mojarse, tomé un mojito en El Topu, el chiringuito pequeño; aguardé hasta que el sol se puso en la bahía de Toró, luego se puso en Celorio, luego en San Lorenzo, Aguilar, Artedo y así hasta Finisterre y Cuba, que el sol no para, mientras yo aguardaba a que bajara la marea para ver el arenal de Cue, que convierte los islotes en tómbolos y la bahía en cuatro playitas diferentes, con sus horizontitos. ¡Ay!, pero un ajuste de motores cósmicos, fenómeno que sólo ocurre cada millón de años, atascó la marea durante casi cinco horas, en pleamar. Ya se ha resuelto.

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