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Crítica / Música

Cuarteto al cubo

La expectación por escuchar al ya afamado cuarteto español más premiado dentro y fuera de nuestras fronteras ha conseguido llenar el claustro y dejar fuera de él algunas decenas de personas. Dicha expectación no se ha visto defraudada por los afortunados espectadores que tuvieron el placer de escuchar al "Cuarteto Quiroga" en su presentación ovetense. Como mínimo, llama poderosamente la atención -por no decir que resulta incomprensible- que a estas alturas no haya actuado en el tantas veces denominado, "templo de la música de cámara", la Sociedad Filarmónica de Oviedo, pese a haber llamado a sus puertas.

Ofrecieron dos, entre muchos posibles, monumentos de la música para cuarteto de cuerda. El primero, el Cuarteto en Sol menor op. 20 nº 3 (Hob. III. 33) de Haydn, auténtica delicia auditiva perfectamente acomodada a la acústica del claustro. Las muchas y excelentes cualidades del "Quiroga" se mostraron en plenitud, afinación y conjunción extraordinarios, un empaste exquisito, dinámicas amplias, muy variadas y siempre delicada pero claramente medidas, teniendo en cuanta la jerarquía de las voces y el desarrollo del fraseo.

Una dinámica rica y suntuosa que se muestra con viveza, lógicamente más despierta y evidente que la que puede producirse en largos pasajes de indefinición tonal de obras mayores muy posteriores (pensemos en muchos pasajes wagnerianos, aún no imaginados).

No hay en Haydn laconismo, sino una claridad expositiva que mantiene inequívoca y magistralmente la placentera atención. Haydn en su plenitud, el compositor y la obra, y magníficos intérpretes, enmarcados en un respetuoso pétreo silencio.

Con Brahms, Cuarteto en Do menor op. 51 nº 1, se muestra, y mostraron, otro carácter y exposición dramáticos, sin literalidad en las repetición, sin simetría especular. El "Quiroga", aun siendo todavía un cuarteto joven, penetró con acierto, carácter y personalidad propia en este otro mundo cuartetístico, creado por un Brahms no sin un altísimo nivel de exigencia, si tenemos en cuenta que destruyó, según él, unos veinte cuartetos anteriores a éste. El salto de Haydn a Brahms pasa por Beethoven, que no puede estar ausente en la concepción cuartetística de Brahms cuando se adentra en este fantástico mundo de perfección compositiva.

Por eso digo que el "Quiroga" es aún un cuarteto joven; lo es por la edad de sus intérpretes, y como no puede ser de otra manera en este género que exige un medio y largo plazo para alcanzar plena madurez que ponga en evidencia la genialidad de un compositor y la cautela, incluso los inconvenientes, que surgen en la mente de todo un Brahms enfrentándose al cuarteto de cuerda.

El "Cuarteto Quiroga", que lidera el asturiano Aitor Hevia, dio el resto, se volcó con un apasionamiento que nunca congestiona y con extraordinaria regularidad en su equilibrio expresivo -también en momentos más sosegados- y adorable como el "Romanze. Poco adagio" segundo movimiento y, también, con momentos destacados de los miembros del cuarteto en los cuatro movimientos de uno de los cuatro grandes cuartetos de Brahms, con una unidad y concentración expresiva que se notó en cada única respiración del conjunto.

Cuarteto de cuerda al cubo, se podría decir, que tuvo por su excelente interpretación una calurosísima acogida. De propina, de nuevo Haydn, del Op. 20 nº 4, para cerrar el círculo.

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