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La mar de Oviedo

Contraataque

Compartir mesa en un banquete y quien me toque en suerte suspenda su plática para atender una llamada del móvil, es ya lugar común, y también que me coja por banda y, entre la sopa y el flan, me ilustre con fotos y vídeos de su soporífero smartphone. O me dejan en blanco o me dan la turra integral. El móvil se ha convertido en el amigote infiltrado, bastón de desmemoriados y álbum inseparable del que se arma el personal inseguro, carga al salir de casa y desenfunda al menor peligro. Prevenido contra tan mal uso y falta de consideración, yo llevo siempre un libro en mi equipaje y cuando el comensal me presenta a sus nietos virtuales yo, en defensa propia, le atizo con un párrafo de "Ana Karenina", y si me abandona excitado por el vibrador de su Nokia, pongo mi libro en su silla y cuando regresa le digo: "Por favor, hazte a un lado, déjale sitio a Tolstoi".

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