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Eduardo Lagar

Con este símbolo perderás

El Prerrománico se convierte en emblema de la incapacidad de la sociedad y la política asturianas

En el verano de 2013 ocurrió uno de los episodios regionales más surrealistas y esclarecedores de los últimos años. Alguien coronó con una zapatilla deportiva la Foncalada de Oviedo, la fuente prerrománica declarada Patrimonio de la Humanidad por la Unesco. Este periódico denunció el hecho como símbolo del abandono del monumento, parte integrante de un conjunto artístico que distingue a Asturias de todos los lugares que hay sobre la faz de la Tierra. Durante una semana nadie se hizo cargo de su retirada. ¿Quién tenía que actuar, la Consejería de Cultura o el Ayuntamiento? Ése era el aterrador dilema competencial. Ése era el gravísimo y enjundioso problema que había que resolver: tirar un zapato al cubo de la basura.

El playero por fin se retiró (actuó el Ayuntamiento), pero el caso quedó como símbolo de la desidia que pesa sobre los monumentos más señeros de Asturias y como reflejo de la monumental estupidez que aqueja a todos los políticos cuando se acercan a estas joyas de Asturias. Todos esos edificios con 1.200 años de existencia, únicos en el mundo, de una belleza deslumbrante y reflejo de un relato apasionante -el del Reino de Asturias, que muchas sociedades matarían por poseer, aunque fuera sólo como legendaria imagen de marca-, nunca han recibido la atención que se merecen. Pese a su declaración como Patrimonio de la Humanidad, en estos treinta años no hemos conseguido ni librar a Santullano del acoso del tráfico de la autopista "Y", ni adecentar el entorno de los monumentos del Naranco, ni solucionar el mal estado de las pinturas. Ahora, una nueva alerta ha saltado en San Miguel de Lillo, tal y como se detalla en estas páginas.

El Prerrománico asturiano está enclavado en un cruce político peligrosísimo. En un campo de minas. Deciden el Gobierno, el Principado, el Ayuntamiento de Oviedo, la Iglesia. Todos deciden y nadie ha decidido nada. La experiencia nos dice que si todo este esplendor astur se cayera muchos respirarían aliviados. La pobreza de Asturias permitió que estas iglesias llegasen hasta nuestros días. Si hubiéramos sido ricos, los habríamos reemplazado por otros hace siglos. Ahora es la pobreza mental de nuestros dirigentes la que invoca la ruina.

¿Pero tanto cuesta? No hablemos ya de hacer entrar en razón a quienes no ven que esta situación del Prerrománico sería como si París consintiera el deterioro de la Torre Eiffel o Nueva York que la Estatua de la Libertad se cubriera de playeros, por citar dos monumentos de simbolismo equiparable, cada uno en su ámbito. Valor artístico aparte. No hablemos ya de ponernos en algo de acuerdo, pues la riña de faltosos de chigre suele ser el método para articular nuestro pensamiento político-territorial. Hablemos de pasta: ¿cuánto cuesta? Según el plan de Nanclares y Capitel, que acabó metido en un cajón, hacer "un completo" al Prerrománico (rehabilitación total, mejora de los entornos, centros de visitantes, promoción...) sumaría 58 millones de euros a desembolsar en catorce años (4,1 millones anuales). El objetivo final del plan era que una fundación se encargase de la gestión de los monumentos y que se autofinanciase.

Piensen ahora lo que son 58 millones en década y media para una autonomía que, en la época de bonanza, invertía entre 800 y 900 millones al año. El Estado llegó a invertir otros 1.000 millones anuales en Asturias. Perres había para todo y más. Les pongo un ejemplo. La "Y" de Bimenes, por la que pasan unos 400 coches al día -la tercera autovía de acceso al Nalón-, costó 175 millones de euros, incluyendo 45 de sobrecoste. Ése era el tipo de Patrimonio de la Humanidad en el que pensaban nuestros dirigentes.

Sin duda, el Prerrománico es el gran símbolo de Asturias, pero, por desgracia, ahora también se ha convertido en emblema de la extraordinaria capacidad de desacuerdo y autodestrucción que tenemos los asturianos. Es la Cruz de la Derrota: con este símbolo perderás.

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