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Sacerdote. Colaborador de Cáritas para Guatemala y Ruanda

Cofradías, procesiones y la fe

La relación entre la Semana Santa, las ayudas públicas y el hecho religioso

Con la llegada de la Cuaresma y la Semana Santa proliferan por todas partes las procesiones, con frecuencia organizadas por las diferentes Cofradías o Hermandades, con fines a veces, más que dudosos desde el punto de vista de la fe en el Mensaje de Jesús de Nazaret, como por ejemplo, atraer el turismo y sus derivaciones económicas.

Sin embargo si abrimos la Biblia en el libro del Éxodo, capítulo 20, leemos el Decálogo de los diez Mandamientos, donde muy claramente Dios le dice al pueblo: "No te harás escultura ni imagen alguna, ni de lo que hay arriba en los cielos, ni de lo que hay abajo en la tierra... No te postrarás ante ellas ni les darás culto".

Si nos trasladamos al Nuevo Testamento vemos que Jesús le dice a la Samaritana: "Créeme, mujer, que llega la hora en que, ni en este monte, ni en Jerusalén adoraréis al Padre... Llega la hora, y ya está aquí, en que los verdaderos adoradores adorarán al Padre en espíritu y en verdad..." Ella le dice: "Sé que va a venir el Mesías..." Jesús le contesta: "Yo soy, el que está hablando contigo". Por tanto, el único mediador entre Dios y los hombres es Jesucristo. Así lo dice también explícitamente san Pablo: "Porque hay un solo Dios, y también un solo mediador entre Dios y los hombres, Cristo Jesús, hombre también, que se entregó a sí mismo en rescate por todos". San Pablo escribe a los Corintios y les dice: "No sabéis que sois templo de Dios y que el Espíritu de Dios habita en vosotros? Si alguno destruye el templo de Dios, Dios le destruirá a él, porque el templo de Dios es sagrado, y vosotros sois ese templo".

Jesús separa lo político y la fe. Dice: "Dad a Dios lo que es de Dios y al César lo que es del César".

Conclusiones.

Primera: las imágenes son imágenes, no son Dios. Por tanto cada persona debe tener una relación continua y directa con Dios; no una relación de larga distancia por medio de una imagen o del santo que ella representa. Dios aborrece las imágenes, porque alejan a la persona del contacto directo con Él y con los demás donde Él está presente.

Segunda: por tanto, no son necesarias para nada las imágenes, ni los santuarios, ni las procesiones. Esas son creaciones histórico-culturales, propias de las religiones, pero no del mensaje que nos trajo Jesucristo: justicia, amor fraternidad, igualdad, solidaridad, paz, esperanza, vida, compromiso con la dignidad del hombre y con toda la creación.

Tercera: la verdadera imagen de Dios es el hombre. Solo se hace por Dios lo que se hace por el hombre. El compromiso con Dios solo pasa a través del compromiso con el hombre. Compromiso especialmente con los oprimidos, maltratados, esclavizados, desnudos, emigrantes, enfermos, encarcelados, niños, ancianos, que figuran como los preferidos de Dios a lo largo de toda la Biblia y especialmente de Jesucristo, como lo recoge el Evangelio de Mateo en el capítulo 25. Pero no un compromiso solo de asistencialismo, sino de lucha por su liberación integral, no solo con el ser humano, sino también con toda la creación, un pobre más entre los empobrecidos de hoy, por lo mucho que la explotamos y lo mal que la tratamos, y de la cual dependemos todos.

Cuarta: por tanto, separación total entre lo político y lo religioso. Los bienes públicos son de y para todos los ciudadanos. Las opciones particulares legítimas, que cada institución sostenga las suyas. El dinero público debe ser para lo público, para lo comunitario, para las necesidades de la sociedad en general. Subvencionar cofradías, procesiones, iglesias, etc. no tiene nada que ver con el mensaje de Jesús de Nazaret, y por tanto con la fe. Esos son montajes de las religiones.

Quinta: en todo caso, si las instituciones públicas disponen de algún dinero extra, que lo dediquen preferentemente a los últimos de los últimos, es decir, a proyectos de cooperación al desarrollo integral en el Tercer Mundo, donde están los más empobrecidos y maltratados de este mundo.

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