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La Ciudad Y Los Días

Los Reyes Caudillos no pudieron ser franquistas

Confiemos en que este Ayuntamiento no proponga tirar la iglesia redonda

Si no fuera un asunto serio que afecta al honor de mucha gente y al respeto de la historia -que es como es y no como nos gustaría que fuese-, los propósitos del Ayuntamiento ovetense sobre la nueva revisión del callejero local resultarían francamente divertidos. Lo primero que cabe esperar es una cultura elemental, una mínima información y la exigible consideración hacia quienes, a ruego del entonces alcalde, constituimos la Comisión de la Memoria Histórica y, por votación mayoritaria, decidimos en su día cuáles habían de ser los nombres a suprimir por aplicación de la llamada ley de la Memoria Histórica.

Se trata de cosa juzgada, tras varios meses de debates y votaciones, cuyos resultados con sus actas fueron entregados con solemnidad al primer regidor. Tarea por la cual nos fue otorgada por la Corporación a quienes formamos parte de aquella comisión la Medalla de Bronce de la ciudad. Distinción a la que cortésmente renunció el firmante por Registro. Comenzadas las sustituciones de placas y retirados algunos elementos, el proceso se detuvo, en lo que no tuvimos nada que ver los miembros de la disuelta comisión.

¿Por qué ahora es invalidado este proceso?... Digámoslo claramente: los nuevos ediles rechazan el resultado porque no les gusta. Solución: volver a empezar. ¿No estaba entonces en la Corporación el actual vicealcalde y concejal de Cultura Rivi? ¿Consta que hubieran protestado? ¿Qué seriedad es ésta?... ¿Qué respeto a lo establecido y qué espíritu democrático anima a la actual Corporación municipal?...

No estaría de más que el revisionista tripartito municipal reparara en que algunas de sus iniciativas en esta al parecer urgentísima tarea requeriría un repaso a la probable impropiedad de algunos de sus propósitos. Por ejemplo, que el catedralicio Jardín de los Reyes Caudillos no hace referencia al franquismo sino a los reyes de Asturias en tiempo de la Reconquista. De algo más acá en el tiempo es la calle Milicias, que data solamente del reinado de Fernando VII.

La Plaza de Primo de Rivera no alude al fundador de la Falange sino al general de ese nombre héroe del desembarco en Alhucemas, que mucho antes de la guerra civil resolvió el problema de Marruecos. Juan Francisco Yela Utrilla fue simplemente un magnífico catedrático de Latín y autor de libros de Historia y Filosofía. En fin, por no seguir, José Calvo Sotelo, político hacendista y ministro del ramo, no pudo ser franquista porque, como conviene saber, fue asesinado antes de la guerra civil.

Ahora se habla de quitar el Ángel de la Muerte, esa expresiva figura simbólica en el exterior de la iglesia en la plaza de Gesta, y abatir también la preciosa sentencia evangélica que traducida significa: "No temáis a quienes matan el cuerpo pero no pueden matar el alma"? Confiemos en que no nos propongan tirar la iglesia votiva de San Francisco de Asís que alude, hasta en la misma forma circular, al sangriento asedio de Oviedo en los años treinta.

Retirar distinciones rozaría la ridiculez si no fuera una mezquindad ideológica en contra de una parte muy significativa de la población. La gestión pública exige servir a toda la colectividad sin distinción de credos políticos o religiosos. En cualquier caso, la revanchista ley zapateril de la Memoria Histórica ya ha sido cumplida entre nosotros.

¿Qué seriedad es ésta? ¿Qué respeto a lo establecido? ¿Qué espíritu democrático?... Se dijera que, si los problemas del presente nos resultan complicados de resolver, hemos de consolarnos corrigiendo a nuestro gusto los del lejano pasado.

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