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Médico y exconsejero de Sanidad del Principado

Una profesión para nuevos desafíos

Ideas para que la sanidad asturiana vuelva a la vanguardia de la excelencia clínica y profesional

Ante el relativamente reciente inicio de la actividad del Hospital Universitario Central de Asturias (HUCA) en sus nuevas instalaciones de La Cadellada, como profesional de la salud conocedor del sistema sanitario asturiano, y consciente de la magnitud de acontecimientos que deberían producirse en el futuro, creo, desde mi posición, que es momento para una serie de ponderadas reflexiones sobre la oportunidad de desarrollar un ejercicio de la medicina de más calidad, si fuera posible y, sobre todo, más pensado para responder a las necesidades de salud de la sociedad que la financia.

Es evidente que estamos asistiendo a un periodo de profundos cambios en la sociedad debido en parte a las restricciones presupuestarias, que indudablemente están teniendo y tendrán repercusiones directas e importantes en las profesiones sanitarias.

Cada día se atiende a un mayor número de pacientes crónicos y pluripatológicos que se corresponde con la sociedad envejecida en la que vivimos, pero también cada vez a un mayor número de pacientes con necesidades de cuidados más críticos o complejos, que conocen bien sus procesos de enfermedad y que reclaman un papel más activo en la toma de decisiones.

Trabajamos para una sociedad que cada vez demanda más tecnología sanitaria, pero a la que le cuesta modificar los hábitos de vida para tratar de mantenerse sana, aspecto fundamental en todo el proceso de salud-enfermedad.

Disponemos del mayor arsenal terapéutico y tecnológico que hayamos imaginado nunca, pero a la vez tendremos que ser muy cuidadosos al seleccionar, entre esa tecnología, la que realmente aporta valor para procurar contribuir a una política de eficiencia que habrá que mantener para hacer sostenible el sistema.

Ejercemos nuestra profesión en un sistema de salud público y hasta ahora universal, que nos ofrece las mejores garantías de desarrollo profesional, pero que cada día se ensombrece con nuevas amenazas en forma de cambios de modelo, recorte de prestaciones, copagos, pérdida de derechos, privatizaciones... que someten a incertidumbres diversas, también profesionales, hasta ahora desconocidas. Y todo ello en el contexto de una crisis que parece estar siendo devastadora para muchísimas familias, pero que también está teniendo efectos sobre el desarrollo del conocimiento, pues el desempeño de nuestra profesión se aventura en un marco laboral que puede ser una amenaza al ser más exigente.

En este escenario, la reivindicación del profesionalismo, del compromiso, será un elemento fundamental para responder a las nuevas necesidades de la sociedad. El cumplimiento del deber con rigor y responsabilidad conlleva el mantenimiento de las competencias profesionales, el uso responsable de nuestra capacidad de autorregulación, la transparencia en la toma de decisiones, el compromiso claro para definir los estándares de rendimiento y de calidad que queremos para nuestros pacientes, por disponer de recursos limitados, y el principio de observar una práctica de la medicina basada en la evidencia, pero también en los valores.

Nuestro compromiso con los pacientes debe considerar, además del imprescindible conocimiento científico, valores como la honradez en la toma decisiones, la responsabilidad con el paciente y con el conjunto de la sociedad, la confianza que debemos transmitir, el respeto a las personas, la veracidad, la calidez en el trato, la equidad y la justicia.

A cambio, la organización sanitaria deberá profundizar en las reformas necesarias para reconocer y optimizar el trabajo de los profesionales, partiendo de la premisa de que somos un activo fundamental de conocimiento, y para favorecer una cultura de organización donde esté presente la responsabilidad compartida, que permita el entendimiento y sea ajena a conflictos de interés.

También se debe valorar la capacidad y el compromiso del buen profesional, ofreciéndole esa cierta capacidad de autogestión y posibilidades reales de ejercer su liderazgo, asumido en un marco de empresa pública. Y, sin duda, hemos de promover entre todos el que se introduzcan incentivos más allá de los meramente económicos. En este sentido, pienso que la gestión clínica es un modelo que parece resultar útil para seguir progresando en una medicina de calidad al servicio de los pacientes, una herramienta eficaz para conseguir que la gente se recupere con las mejores garantías de su enfermedad.

También entra en nuestro campo de competencias el instar a superar el igualitarismo del sistema estatutario, reformándolo para tratar a todos por igual, con transparencia, pero de manera que se reconozca a los mejores (atender a perfiles y atraer talento), garantizando que se ofrece siempre la atención más segura y de más calidad en las mejores condiciones posibles, y promoviendo en la profesión la actualización del conocimiento.

Entiendo que el nuevo HUCA debe ser un excelente motor de ese cambio que necesitamos para conseguir que la sanidad asturiana vuelva a estar a la vanguardia de la excelencia clínica y profesional de la misma manera.

Si perdemos esta oportunidad, puede ser la última. Las condiciones de partida parecen estar puestas, tenemos un excepcional HUCA, pero queda un enorme recorrido del conjunto de la organización, en su sentido más amplio, donde hemos de sentirnos por derecho incluidos, generando confianza y alianzas diversas en ese nuevo reto por Asturias.

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