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La mar de Oviedo

Flamencos

Voy unos días a Andalucía, a escuchar flamenco y a disfrutar de la hostelería amable de la que, por lo general, adolece Asturias; nosotros somos más amables de comensales que de camareros, o, mejor dicho, más amables cuando nos sirven que de servidores, damos la talla como señores no como criados; anfitriones sí, es diferente; agasajamos mientras nadie nos obligue, pero cuando nos pagan para ello se nos manifiesta una estúpida dignidad, un no saber estar, nos ponemos flamencos, como si envidiáramos al turista y quisiéramos demostrarle que somos más competentes sin relaciones laborales por el medio. Cobrar nos vuelve impertinentes. A los intérpretes del flamenco, al contrario. Hace tiempo, aquel Jesús Quintero preguntó a Enrique el Cojo: "¿Hay cante alegre y cante trágico?". Y respondió el cacereño: "Sí, alegre cuando te pagan, trágico cuando no".

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