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El canónigo de los mil amigos

Un recuerdo a un hombre de temperamento afable y cordial

Pocas personas podían competir con él en la facilidad para la relaciones públicas. Tenía mil amigos y conocidos, de todas las ideologías y tendencias. Su carácter abierto, afectivo y su bonomía se lo facilitaba. Era Franco de nombre y de carácter. Fue, sin duda, una de los personajes más conocidos de la ciudad de Oviedo, y, como canónigo, del entorno de la Catedral a la que sirvió día y noche durante más de cuarenta años. Siempre que acudías al templo catedralicio te encontrabas con D. José Franco dispuesto a facilitarte lo que pretendieras buscar o encontrar.

Allerano de pro, nacido en Moreda el 18 de julio de 1933, llevaba la marca y la raza religiosa que durante muchos años acuñó a los nativos de ese valle que hoy cuenta con mártires en los altares, que manifiestan la característica de la fe honda y recia de muchas de las familias de esa cuenca minera. Repasando la historia de la diócesis, recuerdo que una de las mayores peregrinaciones al Santuario de Covadonga fue la de las Parroquias de Aller, en el año 1968, siendo párroco de Moreda y arcipreste aquel santo cura D. Custodio, llevando como ofrecimiento y devoción de ese valle minero a la virgen del Auseva una gran piedra de carbón. Son entusiastas para todo.

José Franco, como seminarista, pasó por la triada común de lugares de estudio y preparación eclesiástica de los tiempos de la posguerra, Tapia de Casariego, Valdediós y Oviedo y recibió la ordenación sacerdotal el 6 de abril de 1957. Su primer destino fue coadjutor de Sta. María de Figaredo, pueblo entonces de gran actividad industrial por el pozo minero que lleva su nombre. Cuatro años más tarde le asignan la parroquia de Gallegos en el valle de Cuna, uno de los pueblos que ha recibido el premio de "Pueblo más bonito de Asturias"

En 1965 llega a Oviedo como coadjutor de San Tirso el Real y, desde entonces, esta ciudad será su amplio campo pastoral. Cercana la Universidad, se decide a estudiar la carrera de Derecho, llegando a ser miembro de la Academia Asturiana de Jurisprudencia, disertando con un discurso sobre "El hecho religioso en nuestro ordenamiento jurídico" en el que expone la relación de la laicidad del Estado con la libertad religiosa de los ciudadanos. Más cerca quedaba la Catedral, donde estaba de deán D. Demetrio Cabo, su antiguo párroco, que le anima a hacerse cargo de la sacristía y ordenamiento de las actividades del primer templo diocesano y recibiendo en 1985 la dignidad de canónigo que ha ejercido siempre con una gran dedicación y entusiasmo.

Siendo ésta su dedicación principal hasta que su salud se quebró, su temperamento abierto, y su dinamismo le llevó a ejercer, promover y colaborar en otras muchas ocupaciones: fue profesor del colegio San Isidoro, querido por sus alumnos por la simpatía que despertaba y el interés que tenía por ellos; promotor y primer pregonero en 1996 de la Semana Santa restaurada; consiliario de la Adoración Nocturna; capellán del Centro Asturiano del Naranco y animador de sus celebraciones y actividades de sesgo religioso, como la fiesta de Covadonga y la marcha al Santuario y el Belén en la Navidad. Tenía amigos en el Ayuntamiento y en el albergue Cano Mata, en la calle Uria y en Vallobín, pudientes y menesterosos, en Moreda y en Ibiza y siempre te saludaba y acogía con una sonrisa amplia, sonora, atropellando las palabras de lo efusivo que se mostraba. Grandón de cuerpo y espíritu, si alguna influencia tuvo, la empleó para hacer favores y el bien.

La enfermedad fue un golpe duro que le dejó muy disminuido pero que él sobrellevó con entera y con verdadera resignación en el retiro de la Casa Sacerdotal. En esto hizo gala de sus raíces y principios cristianos que llevaba en su ADN. Han sido ochenta y tres años vividos con gozo y comunicándolo a los demás. Con gozo atravesará la gran puerta del cielo. Merece nuestro agradecimiento y oración.

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