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Paz frente al mar

La compañía de un paisaje plácido como alivio para los momentos convulsos actuales

Estamos en la ladera de una montaña, acudimos a casa de un amigo, un prestigioso jurista. Está al lado del mar, la casa es ancha, clara y limpia. Tiene buen gusto, aunque esto no es preciso decirlo tratándose de un hombre de leyes, muy culto. En la casa hay una terraza embaldosada, porque ama las piedras. Es arenisca, fácil y blanda, tallada en populares imágenes. Desde la terraza en verano se divisa un panorama de mar espléndido; el mar de día es azul y las olas hacen acompasadamente un rítmico, un son que en los primeros instantes del sueño, entre vigilia y sueño, escuchamos complacidos.

Durante la mañana, entre los bañistas, vemos niños, muchos niños. Corren delante de las olas, las persiguen, las pisotean. Después de haber hecho un esfuerzo avanzando hacia los bañistas, se retiran cansadas. El jurista trabaja a primera hora de la mañana, cuando la luz es cristalina, virginal, cuando el aire es delgado. A media mañana, vienen a verle unos amigos. Los tertulianos charlan y escuchan vagamente, como en ausencia, las palabras; una amiga es alta, esbelta, con el pecho armoniosamente levantado, sin exageración, sus labios forman un trazo rojo, fresco. ¿Dónde vive esta bella dama? Allí arriba en otra casita frente al mar; le gusta la soledad y es que ya los años han ido pasando y es que el goce de la vida es hondo, sosegado y estable. En toda su persona se respira señorío. Se respira atractivo y elegancia. Nuestro amigo se torna pensativo, qué le sucederá, está triste, no sabe qué hacer, todo en él es delicado, ¿qué le sucederá? La patria se impone a todos de un modo imperativo, y es que la patria nos da mucho -ideas, sentimientos, emociones - y exige de nosotros mucho. Nos hallamos tendidos en el suelo de la loma reclinados con el codo hincado en tierra, y a ratos nos tendemos boca arriba y contemplamos las nubes que van pasando en el limpio azul. El lugar en que nos hallamos se eleva sobre el panorama y en la lejanía cierra el horizonte una montaña y lo que da plenitud es la certidumbre de poder dejar la soledad y tomar a lo urbano.

El abogado entra en la conversación y la escena cambia. Expresa que ahora los españoles andan, ahora, como antaño, diferentes entre sí. Lo que se hace en la Naturaleza toda no se hace entre ellos. La unión para la libertad no entra en sus mentes, se sienten más menguados que una hormiga.

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