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Crítica / Teatro

Asesinas de la tercera edad

La primera representación del ciclo de teatro en asturiano

Nel Amaro fue uno de esos geniales artistas que ha dado nuestra tierra. Polifacético donde los haya, cultivó el teatro, la poesía visual, la performance y otras disciplinas provenientes de las vanguardias clásicas, que anunciaban ya las venideras. Representante de la Intencional Situacionista junto a su perro Pulgu, llegó a cartearse con Joan Brossa y a participar en exposiciones conjuntas, dejando a su temprana muerte una caterva de seguidores que aún le honran en Pola de Lena con un encuentro anual y entre los que se encuentran José Luis Campal, José Rico, José Busto, Cris Puertas, Ánxel Nava, Cuco Suárez, Jaime Martín y Mónica Cofiño. Ahora, con buen criterio, el Servicio de Planificación Lingüística de la Consejería ha puesto en marcha el I Premiu y Festival "Nel Amaro" de Teatru profesional en llingua asturiana, una iniciativa que trata de promover y visibilizar al teatro que opta por el asturiano como medio de expresión, tratando de liberarlo de su vinculación exclusiva al costumbrismo de los grupos amateur. Y para ello la figura de Nel Amaro como emblema de experimentación y el uso de una lengua que él siempre empleó con naturalidad, no puede ser más acertada. No hay que olvidar que fue pionero en reivindicar el uso del asturiano y protagonista del Surdimientu.

Durante el mes de noviembre tendremos la oportunidad de asistir todos los viernes a las representaciones de los cuatro grupos finalistas: dos creaciones contemporáneas de autores asturianos y dos adaptaciones de clásicos, el Lazarillo y una opereta de Mozart. Higiénico Papel abrió el certamen con "Nunca un se sabe", una comedia de humor negro que tiene por protagonistas a dos viejas en apariencia apacibles, pero que se van desvelando cada vez más siniestras. Rosa y Chusina, que así se llaman, sobreviven a los estragos del tiempo atrincheradas en su casa y planeando una escapada a Benidorm, cuando su vida se complica por una inspección imprevista. Lo mejor de la función es lo bien perfilados que están los personajes. Arantxa Fernández muy bien caracterizada, ya desde los andares, como una ingenua y candorosa anciana con un potente síndrome de Diógenes y unos arrebatos que la hacen terrorífica (una especie de Justino, asesino de la tercera edad) y Laura Iglesia como Rosa, que lleva cuarenta años simulando estar paralítica y es adicta a los combinados de anís y Lexatin. La vida diaria de estas dos ancianas, que esperan a Godot en torno a una mesa camilla, se ve salpicada de hilarantes gags como las coreografías del baile de la mopa a ritmo de "Un hombre de verdad" de Alaska y la aeróbica "Bailando" de Enrique Iglesias, demostrando que además de mala leche tienen mucha marcha. El monólogo de Hamlet en boca de Rosa adquiere tintes de despedida, aportando un sabor agridulce al tono cómico general. Estas dos supervivientes que se regocijan de serlo mientras ponen a caldo a todas sus amigas muertas y se sacan un sobresueldo a la exigua pensión practicando sexo telefónico, representan un alegato contra la tiranía del tiempo y la sociedad, con mucho humor y socarronería asturiana, sin olvidar los chistes macabros y escatológicos, que fueron muy del agrado del público. En suma, un acertado retrato de la vejez, que huye de una visión amable e idealizada, pero que supo provocar una sonrisa de complicidad en los espectadores.

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