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La ópera, ligada al Campoamor

Desde la reapertura del teatro en 1948 se ha ido forjando una historia plagada de figuras de primera línea

El teatro Campoamor abrió sus puertas el 18 de septiembre de 1948. La tradición operística de Oviedo renació con la temporada que se inició aquel día. Se representó Manon de Massenet. Cantaron la inolvidable Victoria de los Ángeles y el primer tenor de la Scala Giacinto Prandelli, de bello aspecto y modos señoriales. Junto a ellos, Manuel Ausensi, gran barítono español. Y de esta temporada y las siguientes van quedando recuerdos y anécdotas que van haciendo la historia de nuestra temporada. Nadie podría olvidar la actuación de Mario del Mónaco, tenor de espléndidas facultades, entonces al comienzo de su fama y prestigio, y el silencio que acogió su "Adiós a la vida", en una Tosca inolvidable (Elisabetta Barbatto y Carlo Tagliabue), y la ovación inmensa, inacabable, que recababa su presencia al final de la representación, mientras él, llorando, en su camerino y se negaba a salir, diciendo, "lo, non sono Fleta, Fleta ha morto". Hasta que vencido por la ovación salió en batín a recoger las ovaciones del público, convirtiendo el llanto de rabieta en llanto de emoción. Y quién no recuerda el triunfo de Ugo Savaresse en "Payasos", donde biso el "Prólogo", juntamente con el tenor Antonio Annaloro, que nos hizo estremecer de emoción con su interpretación de "Vesti la guba". Luego se representó Werther, obra en la que Rodolfo Moraro logró bisar la romanza "¡Ah non mi ridestar!", convirtiéndose en el primer tenor que lo consiguió en el Campoamor. Pero por encima de todo siempre se recordara el "do", de Mario Filipeschi en el "Racconto de Rodolfo" de la Bohème, y el escándalo de la Favorita, después de haber sido suspendida una vez, al negarse a cantar el tenor enfermo, el "Spirto gentily". La protesta inacabable del público que se sentía defraudado, le obligó a cantar con lágrimas en los ojos, de una forma y con una expresión que la romanza logro uno de los triunfos más extraordinarios que pueden recordarse. Oviedo había entrado por derecho propio en la historia de la ópera. Nadie olvidaría aquella Favorita.

El doctor Luis Flórez López-Villamil, prestigioso otorrino ovetense, amigo del tenor, acudió al camerino, exploró al artista y vio que tenía una ligera faringitis. Al día siguiente el cantante acudió a su consulta de la calle Toreno acompañado por su esposa. El médico le propuso un paseo a Las Caldas y al castillo de San Juan de Priorio. Allí nos recibió amablemente José María Quijano Secades y nos enseñó la magnífica finca, espléndida, amplia de 66 días de bueyes. En ella hay un paseo con avellanos, que impresiona. El artista realizó unas vocalizaciones y al visitó la gruta natural bañada por el río Nalón, que en su momento fue el río más salmonero de España. El tenor impresionado por un paisaje conmovedor, con la cordillera del Aramo, la Mostayal, la Magdalena y la Peña Avis, hizo unas frases con voz clarísima del tercer acto de "Puritanos": "Vieni fra queste braccia", emitiendo un sonido emocionante y luego las primeras estrofas del "Spirto gentily". En este ambiente de alegría regresamos a Oviedo, al hotel Principado, y nos despedimos de tan ilustre matrimonio. Esta anécdota merece la pena señalarse para que quede en los anales de la historia de la ópera de Oviedo.

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