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Los veteranos con un campanu en sus cañas reclaman menos política y más pesca

Un pescador llegaba a obtener un millón de pesetas por temporada vendiendo sus salmones, rememoran los ribereños con mayor experiencia

El cauce del río Narcea. miki lópez

Cuando Ángel Villar, de 75 años, empezó a pescar en el coto Llau de Abajo (en el Sella, entre Cangas de Onís y Parres), hace más de medio siglo, con su padre, Fermín, no había discusión sobre dónde y cómo vender el primer salmón de Asturias. Más que nada porque de aquella no había subastas públicas del campanu que tanto dan que hablar en las últimas fechas, después de la polémica al inicio de esta temporada, con el enfrentamiento entre Cangas de Onís y Cornellana (Salas) por ser escenario de la puja. En la época de Villar la pieza se vendía a pie de río al mejor postor y se podía vivir de la pesca porque no había un límite de cupo de capturas. Los ejemplares se comercializaban libremente después de precintarlos y además a buen precio: alrededor de 500 pesetas el kilo. Por eso este ribereño de Bode (Parres) no entiende la guerra de patentes -por la subasta del primer salmón de Asturias, que Cornellana reclama como propia, con el problema de que cuando éste se pesca en el Sella, Cangas de Onís se la queda-, que atribuye a los políticos. Villar cree que el único que tiene potestad para decidir si el pez se come, se regala, se vende o se hace un pandero con él es el pescador.

Una libertad de elección de la que gozó José Luis Gutiérrez, conocido como "Pepón el Barqueru", quien precintó el campanu del Sella en 1978 y 1994. El primero lo pescó a cucharilla en el pozu L'Arcu, a las diez de la mañana, pesó más de 7 kilos y se lo vendió al ferretero Emilio Pando por 80.000 pesetas. El segundo, de más de 8 kilos y sacado también a cucharilla en Acobeña, lo llevó a La Gruta de Oviedo tras una oferta telefónica de 112.000 pesetas que superaba con creces las 96.000 pesetas que le ofreció Pando. Tanto éste como Valdés "El Pescadero" eran personas de referencia en Parres a las que acudían los pescadores para vender la mercancía, que después se distribuía por los restaurantes madrileños, catalanes o vascos más selectos a precios muy cotizados en una época en que la importación del salmón noruego no estaba extendida. "Era un manjar y ganabas más de un millón de pesetas en una temporada", explica Gutiérrez, vecino de Fuentes. "Veo bien la puja pública, porque genera expectación y es un recurso turístico importante", apunta. A sus 73 años no abandona la caña y centra sus esfuerzos en enseñar a su nieto y piragüista José Gutiérrez, de 9 años, tarea difícil porque "como el agua está tan sucia los salmones paran mal".

ÁNGEL VILLAR

Campanos que superan la decena

Ni más ni menos que cuatro campanos del Sella constan en el historial de Ángel Villar, en pozos como Llau de Arriba, El Barcu o, el último, Dehesa, a finales de los años 70. Los que le conocen aseguran que el número de campanos que pescó, contando los del Cares o el Eo, superaría la decena. Entonces había en pozos como el de Remolina 500 salmones, "más de los que hay ahora en todo el Sella por culpa de la pesca en altura", lamenta Villar, que en la temporada dejaba las labores del campo durante dos meses y se instalaba en Casa Grana (Cornellana) para pescar en el Narcea "y sacar una pasta".

De aquella no estaba habilitado el precinto de El Portazgu. Los ribereños del Sella daban cuenta de sus capturas en Cangas de Onís; primero, en casa Graciano o en la de Ezequiel "el de la viuda" y más tarde en El Gordo. En Arriondas el punto de referencia era la tienda de electrodomésticos junto al puente de les Piragües o Casa José Luis, primero, y, después, el bar El Gijonés.

JULIO AMPUDIA

Un sueño de 6.000 euros hecho realidad

Julio Ampudia defiende que haya un cupo para todo el río y no en concreto para cada pescador. Tras más de 50 años "peleando", sacó en 2008 el campanu del Sella más de una semana después de que se abriera la veda en el pozu L'Arcu. Pesó 5,5 kilos y midió 80 centímetros. "Fue un sueño hecho realidad, como si te tocara la lotería", rememora. Cuando ese mismo día acudió al mesón del Puente Romano a por el trofeo los parroquianos le aconsejaron coger la guía y llamar a restaurantes de renombre. Fue así como vendió la pieza por 6.000 euros al restaurante madrileño El Ñeru: "Si lo vuelvo a sacar prefiero subastarlo en Cangas, aunque me den menos que en Cornellana, porque da vida a la ribera del Sella", asegura este vecino de Margolles que reside en Ribadesella.

JESÚS LOBATO

Buena varada de camino a encargar un bautizo

Cuando en 2007 Jesús Lobato paró a echar una varada en la zona libre del pozu L'Arcu de la que iba a encargar la comida del bautizo de su nieta en Margolles no podía ni imaginar que sacaría el campanu del Sella. La temporada llevaba ya una semana abierta. Este alumno de Antonio "El Esperanzu" pescó con la ayuda de José Antonio "El Sastrín" un ejemplar de 4,5 kilos que vendió al hostelero riosellano José Bautista por 4.000 euros. "Llamé yo a Tista directamente porque sabía que los compraba y en seguida nos pusimos de acuerdo, imagínate qué alegría, no se olvida algo así", afirma este minero retirado de la mina de Ciañu, de 67 años. Él ve con buenos ojos la subasta pública y en Cangas de Onís para "evitar la picaresca y que al pescador se le pague menos". Aboga por legalizar la venta para evitar el furtivismo.

JAVI VEGA DÍAZ, "LA PINA"

"Valía tanto un salmón como una vaca"

Si hoy la pesca del salmón es un hobby caro -una caña cuesta más de 400 euros- y los cuatro ejemplares que se permiten por persona en Asturias no se pueden vender (sólo el campanu está permitido), antaño era "un importante recurso económico que quitaba mucha fame". Lo dice Javier Vega Díaz, "La Pina", que echó a tierra su primer salmón a los 12 años y ha perdido la cuenta de los que lleva: en sólo una temporada ha llegado a sacar 69. "La gente dejaba a deber comestibles durante el invierno que pagaba el día de San José con lo obtenido por vender salmones", rememora este ribereño, que se hizo en 2011 debajo del "puente romano" con el campanu del Sella, justo el último año antes de que comenzara la puja pública en Cangas de Onís. "Con 16 años pesqué uno en el Golondrosu de 13 kilos y me dieron 7.560 pesetas en un tiempo en el que por trabajar a la madera el día entero te pagaban 50 pesetas. Valía tanto el salmón como una vaca", apunta Vega, que pertenece a una reputada familia de pescadores. Su hermano Kiko se hizo con el campanu de Asturias en el Sella en 2013 y hasta la puja canguesa se acercó el alcalde de Salas para convencerle, sin éxito, de que lo subastara en Cornellana. Su hermano Guillermo sacó el primero del Sella el año pasado. "Yo no tengo nada en contra de la subasta de Cornellana, pero por comodidad y no andar a vueltas, si capturo el campanu de Asturias en el Sella lo subastaría en Cangas", explica Javi Vega, que vendió un ejemplar al hostelero José Manuel Mori ,"El Marqués", por 5.500 euros.

JOSÉ MANUEL MORI, "EL MARQUÉS"

"El del Sella lo vendo en Cangas; el resto, en Salas"

Además de llevar más de 50 campanos comprados desde 1998, el empresario José Manuel Mori, "El Marqués", ha echado personalmente a tierra otros siete, el último en 2012, que fue precisamente el que inauguró la subasta pública organizada por "El Esmerillón" y el colectivo de ribereños con el apoyo del Ayuntamiento en Cangas de Onís. No hay subasta que no estrene El Marqués, quien casualmente pescó en 2005 en el Eo el ejemplar de la subasta del campanu de Asturias en Cornellana, de 4,8 kilos: lo vendió por 13.200 euros al restaurante madrileño de Nicolás Parrondo. El Marqués lo tiene claro: "Si pesco el campanu en el Sella, lo subasto en Cangas; y si pesco el de Asturias en otro río, lo llevo a Cornellana". Considera que "los ribereños estamos marginados, antes se podían pescar, debería haber un cupo general dependiendo de los ejemplares que hubiera en el año". Plantea abrir la veda con muerte en marzo, "porque entonces hay menos y tiene más valor pescarlo", y prolongarla hasta finales de junio.

CÁNDIDO IGLESIAS

En temporada, nunca falta la caña en su coche

Cuando Cándido Iglesias, vecino de Soto de los Infantes (Salas) y nacido en Grado hace 85 años, empezó a pescar no existía "eso" de la subasta del campanu ni tampoco las ferias. Todavía recuerda su primera caña de pescar. Empezó siendo un joven, corría el año 1959. "Pescaba sobre todo truchas", explica. Los ejemplares se vendían al libre albedrío: no había control ni tampoco cupos. Por aquella época en un día se pescaban ocho salmones, pero en su caso él recuerda que había problemas para venderlos. "El dinero corría mal, era época de escasez", destaca. Tuvo que esperar muchos años para ver la fiesta del campanu. Y eso que pescó el de 1997 en el Narcea y lo vendió por 200.000 pesetas al Casino de Cornellana.

"Salíamos al río a divertirnos; en algunas ocasiones a pescar algo para comer y en otras para pasar un rato tranquilo y entre amigos", dice. Nunca imaginó pescar el campanu. En 1997 llegó el premio. "Sientes alegría, no vamos a decir que no, porque se valoraba económicamente". Ahora la cosa ha cambiado y la venta del salmón se hace en una subasta pública, multitudinaria. Todo está más oficializado. Este ribereño veterano cree que la polémica sobre las subastas entre Salas y Cangas de Onís (el primero organiza la feria desde hace 17 años, el segundo, desde hace cuatro) no debe existir. "Los que en su día pescamos para comer sabemos bien que eso no tiene razón de ser", indica. Cree que lo mejor es dejar que cada cuenca tenga su fiesta para que los pescadores de la zona la disfruten. "Antes todos íbamos al río y la gente no se enfadaba, ahora todo son piques". Iglesias tampoco está contento con la normativa. De no haber apenas control, se pasó a una ley que cree "muy restrictiva". Pese a ello sigue manteniendo su ilusión intacta y en su coche nunca, desde que empieza hasta que acaba la temporada, falta una caña. "Por si acaso, voy equipado".

ISAÍAS REBORDINOS

Sin suficiente nailon para la pieza

Isaías Rebordinos es ribereño de los ríos Narcea y Nalón. Tiene 72 años. Empezó a pescar de niño. Cuenta que su padre era de Valladolid y que se llevó "un buen susto" cuando le vio pescar. "Cosas de gente del interior", dice. Se apasionó con la pesca gracias a su tío: "Recuerdo que íbamos a pescar sin nada, con un cubo y el pantalón arremangado". Antes se creía que era una cosa de vagos, dice Isaías Rebordinos. Con 11 años tenía una caña de cinco metros de nailon para pescar truchas. Un día vio un salmón con su hermano. Habían pasado en barca hasta una zona rica del río Narcea. Los metros de nailon "no eran suficientes". Se acercaron al pez, pero no pudo ser porque "no había carrete". Llegó a casa llorando. "El salmón estaba muy valorado", recuerda.

Él, como muchos de sus compañeros, pescaba sobre todo truchas para comer. No sabían capturar a cebo, lo hacían a cucharilla o a mosca. "Los pescadores del Sella nos enseñaron a utilizar la quisquilla", cuenta. Las cosas empezaron a cambiar. Tras muchos años de entrenamiento, Isaías Rebordinos pescó el campanu de Asturias en 2008. Se valoró en 14.500 euros. Lo capturó en Puente Quinzanas. Recuerda que vio al pez un miércoles. Los amigos no le hicieron caso y optaron por desplazarse a otros ríos en la apertura de campaña. Volvió el día que se abrió la veda al mismo lugar. "Había 20 paisanos a un lado y 20 al otro", dice. Hubo suerte, aunque a Rebordinos nunca le preocupó el campanu. Antes el primero que llegaba era el que tiraba a ver qué pasaba. "Ahora es un búscate la vida", dice. "En Puente Quinzanas antes estábamos tres o cuatro, ahora podemos juntarnos un centenar de pescadores". Por esta razón, a este veterano ribereño no le gusta pescar como antes, cuando "se cerraba la veda y se respetaban los ejemplares que había en los ríos". Ahora "hay furtivos que trabajan a fusil y pocos peces".

ENRIQUE GONZÁLEZ

"Antes había gente leal y honesta en el río"

Enrique González es de la misma opinión. Tiene 67 años y es un hombre respetado por sus compañeros de afición porque en su haber hay mucho oficio y muchos salmones. "Mi casa estaba al lado de un río y parece que no tenía alternativa", bromea. Eso de pescar tenía su aliciente. Trabajaba como encofrador y cuando descansaba pescaba y vendía una parte de lo que capturaba. Digamos que así no le iba mal. Pero eso fue hace 30 años. Siempre cuenta una anécdota para acercar a la gente lo que suponía la pesca de salmones antaño: "Por dos piezas me pagaron 58.000 pesetas y yo cobraba como encofrador 37.000 pesetas". Echa de menos el "ambiente sano" que antes se respiraba en los ríos asturianos. "Había gente leal, había gente honesta, podías contar con ellos. Lamentablemente, todo ha cambiado", indica.

La pesca del salmón se ha convertido en un "espectáculo", con todo lo que ello supone. González, que se confiesa combativo, cree que la feria salmonera tiene mucha política y poca pesca. "Es lo que pasa con las cosas que se intervienen de esa manera, que se tocan de muerte", lamenta. Atrás quedaron aquellos años en los que salir al río era sinónimo de encontrarse con amigos y de pasar momentos rodeado de naturaleza y camaradas. "La naturaleza no quiere política, quiere trabajo, amor y cariño", subraya. Para él, la campaña del salmón debería abrirse antes, el segundo o tercer domingo de marzo, y evitar en lo posible polémicas y enfrentamientos entre cuencas. "Cada uno que haga lo que quiera y cada cuenca que tenga su fiesta", indica. Él ya tuvo la suya. Pescó el campanu de Asturias en 2012. Se subastó por 6.000 euros. "Casi me enfado un poco con algunos. Al final, el campanu es un salmón más, a ver si empezamos a verlo así".

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