La Nueva España

La Nueva España

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

La especie que se autodevoró

Una nueva explicación de la extinción de los neandertales apunta a que el canibalismo fue decisivo para acabar con los congéneres de los trece de El Sidrón

Arriba, mujer neandertal en el Museo Arqueológico de Asturias. Sobre estas líneas, Jordi Agustí. miki lópez

Pese a ser la especie fósil más estudiada, en torno al neandertal persiste una gran incógnita: la causa de su extinción. La desaparición de ese grupo humano con un grado de adaptación a su entorno muy superior al de nuestros ancestros desafía las leyes evolutivas más elementales. La genética, que tanto abrió el campo de la paleoantropología en las últimas décadas, ofrece ciertas explicaciones, como la escasa variabilidad de unas poblaciones reducidas y aisladas entre sí, abocadas a la endogamia y a un lento borrado que se consumó hace 40.000 años. Sumadas a otras circunstancias, como los cambios climáticos, la concurrencia de nuestra propia especie, muy competitiva en la lucha por el alimento, componen una casuística que no alcanza a resolver del todo la incógnita de la desaparición.

Ahora el paleoantropólogo Jordi Agustí en colaboración con Xavier Rubio-Campillo y con el auxilio de la supercomputación se desmarca de lo que considera que son tentativas de explicación que recurren a "aspectos altamente especulativos" para centrarse "en una hipótesis sencilla, que explica la extinción a partir de un factor empírico real y sin introducir muchas variables". La causa de la desaparición de los neandertales sería el canibalismo, una práctica muy extendida en la especie, de la que queda constancia en los restos de los individuos hallados en la cueva piloñesa de El Sidrón. Comerse a los miembros de grupos rivales fue muy buena estrategia de subsistencia, un reciclaje de proteínas óptimo para tiempos de escasez de alimento, "algo que siempre ocurría en el Pleistoceno", explica Jordi Agustí. Pero el canibalismo dejó de resultar idóneo y se convirtió en un factor determinante para el fin de los neandertales con la irrupción del "Homo sapiens". Ése es el resultado del modelo de simulación elaborado por Agustí, investigador del Instituto Catalán de Paleoecología Humana y Evolución Social, autor de una extensa obra que no deja fuera el aspecto divulgativo de su especialidad, junto a Xavier Rubio-Campillo, que trabaja en el Centro de Supercomputación de Barcelona.

La conclusión rompe con los esquemas explicativos manejados hasta ahora y aclararía la naturaleza del canibalismo en los neandertales, otro elemento en discusión, que se limitaría a una práctica gastronómica, de aprovechamiento de recursos, sin connotaciones rituales.

La visión de los neandertales como la especie que se comió a sí misma no rompe con el proceso de "humanización" que viene transformando a los congéneres de los trece de El Sidrón en parientes muy cercanos, dejando atrás "más de cien años de incomprensión", en palabras del paleogenetista Carles Lalueza-Fox. "El canibalismo es una conducta social presente en la mayor parte de la evolución humana", asegura Agustí, aunque el hombre moderno la desarrolló en un tiempo muy posterior a los neandertales.

El estudio del genoma neandertal se ha convertido en un viaje hacia nosotros mismos, que nos ha llevado a descubrir que esa especie tosca pervive todavía en esa forma de eternidad que son los genes. Como portadores de una mínima porción del genoma que el equipo de Svante Pääbo completó en 2010 -"el primer genoma secuenciado de una forma extinta de humanos", como subraya el autor principal de la investigación, director del Max Planck Institute de Antropología Evolutiva de Leipzig- la huella biológica neandertal se prolonga en la comunidad humana actual, resultado de los cruces que se produjeron en Oriente Medio entre quienes ya ocupaban aquel territorio y una especie, la nuestra, que intentaba una nueva salida de África.

En un desafío a los cánones de la biología, ahora existe constancia de que de esos cruces ocasionales entre especies hubo una descendencia fértil rastreable en los genes que portamos, algunos de los cuales, relacionados con el sistema inmunológico, tuvieron una contribución de importancia en nuestra supervivencia.

Por la vía de la genética desafiamos también la visión del hombre actual como especie única llamada a dominar el resto de la naturaleza. "En el fondo todavía deseamos desesperadamente situarnos por encima del mundo natural. Por eso, más de un siglo después de Darwin, todavía nos asustan los esqueletos que podamos encontrar escondidos en nuestro armario evolutivo", escribe Carles Lalueza-Fox en su libro "Palabras en el tiempo". Lalueza-Fox integra con Antonio Rosas, Marco de la Rasilla y el desaparecido Javier Fortea el equipo que puso en el primer plano de la ciencia el yacimiento neandertal de El Sidrón.

La paleogenética genera novedades constantes, reescribe la evolución y altera los límites de lo humano. "Lo importante realmente para definir a todos los humanos no es un rasgo externo, una aptitud o un gen, sino una historia evolutiva compartida, un pasado en común, una red genética interconectada con nuestros antepasados y con todos los humanos actuales", apunta Lalueza-Fox, para quien el avance en el estudio del genoma neandertal puede poner de manifiesto "diferencias esenciales en la forma de pensar y de concebir la realidad" entre dos especies hermanadas por la genética.

Compartir el artículo

stats