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La felicidad estaba a tu alcance por cinco duros

El libro "Una partida más y me acuesto" viaja al pasado para homenajear a "los videojuegos de nuestras vidas" en un mundo de recreativas y joysticks

La felicidad estaba a tu alcance por cinco duros

La frase seguro que les sonará familiar a muchos: Una partida más y me acuesto. Así se titula la guía que Guillermo Tato ha escrito sobre "los videojuegos de nuestras vidas: casetes, recreativas, joysticks y mucha nocilla" (Timunmas) y que ofrece ni más ni menos que lo que promete en su subtítulo. Un viaje nostálgico para aquellas generaciones que en los años 70 y 80 con una moneda de cinco duros tenían el poder de la fuerza en sus manos. Recuerda el autor: "Los salones recreativos eran ante todo un lugar de reunión, un punto de encuentro en el que jugar y ver a tus amigos. Un lugar repleto de la vida que solo los adolescentes pueden aportar. Una energía que encontraba su complemento perfecto en la testosterona que despedían las ilustraciones que decoraban los laterales de esas maravillosas máquinas. Tíos musculosos junto a chicas pechugonas que blandían espadas físicamente imposibles de sostener pero que molaban mogollón. Por definirlo como lo hacíamos entonces, sin tapujos, con un punto de brusquedad y de inocencia, como era casi todo en aquellos tiempos".

Y la mirada del visitante, tras hacerse con cambio suficiente del hombre que con riñonera reparte calderilla, "se detiene en el maravilloso control de Forgotten Worlds, con su famoso "roll switch" que permitía disparar en cualquier dirección. No hay conversión a ordenador o consola que iguale esa experiencia, porque solo se puede jugar a ese clásico en la máquina. El resto es hacer trampas y lo sabes. No hay emulador que pueda igualar la sensación de jugar en aquellas recreativas. Porque la combinación entre hardware y software creaba momentos mágicos, más todavía en la mente de un chaval. Controlábamos aviones, matones callejeros, naves espaciales, caballeros de reinos remotos o soldados en plena guerra. Y no lo hacíamos solo con un sencillo joystick. Muchas de esas recreativas nos ponían al volante de un coche, en la cabina de un avión o sobre una moto de carreras". Un buen plan: "Subirse a un taxi a toda velocidad con las frenéticas canciones de The Offspring de fondo. No hay nada mejor que Crazy Taxy en ese momento". Hay alternativas más violentas: "Street Fighter II Turbo. No puedes evitar la tentación de escoger a Ken y repartir unos cuantos Shoryuken a todo el que se te ponga por delante. Porque llevas haciéndolo desde que descubriste Street Fighter II en una máquina escondida en un perdido bar de pueblo cuando estabas de veraneo. No hay visita a los recreativos sin al menos una ración de la lucha callejera de Capcom. La pantalla de selección de personajes muestra todo el elenco de luchadores. Te encantan todos y cada uno de ellos. Sus ilustraciones, sus animaciones, sus voces... Pero eres muy de Ken. Traje rojo. Eres un clásico. Te estás preparando para el primer combate cuando una mano deposita una moneda a tu lado. Un chaval que te suena de otro instituto está de pie junto a ti, desafiándote con la mirada. Sin necesidad de decir nada, aceptas el reto. Y él, con un movimiento torpe pero elegante, introduce la moneda en el cajetín. Estáis los dos frente a la pantalla, codo con codo. Por supuesto, elige a Ryu. Hagamos las cosas bien. Y entonces, de la nada, se oye una voz que sale de la máquina: Fight!".

Los bares también "han albergado toda clase de juegos, como los de lucha, los de marcianitos o los de plataformas. Pero los clásicos más habituales eran los juegos de habilidad y lógica. Juegos derivados del Pac-Man, en los que los niveles se iban superando con cierta calma, con periodos en los que poder beber un trago de la copa o darle una calada al cigarrillo". Las máquinas "realmente nos hablaban. Nos daban órdenes constantemente o bien nos recompensaban: Fight!, Get Ready!, You're Doing Great!, Game Over! Reconocemos su voz con un placer especial, el que todavía sentimos si lo volvemos a escuchar. Porque esa es la voz de las máquinas, las nuestras, esas con las que hemos convivido y con las que hemos pasado tantas horas jugando. Y que nos han dado más órdenes que nuestras propias madres, ya desde el momento del INSERT COIN".

Y comienza la aventura.

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