Una de las tareas más significativas en la vida de la mayoría de las mujeres es la comunicación y el cuidado de sus hijas e hijos. Creo que en este punto, la mayoría de las que están leyendo estas líneas estarán de acuerdo conmigo. Ahora bien, quizás algunas no se hayan parado a pensar en lo importante que todo esto resulta si se lleva a cabo durante todo el embarazo, ya desde los inicios del periodo gestacional. De hecho, en la actualidad todos los estudios apuntan a que todos los diálogos y conversaciones que la gestante mantenga con el feto van a tener una gran trascendencia e importancia en su desarrollo posterior.
De esta manera, cuando el bebé se encuentre en este mundo, tan grande y desconocido para él, va a experimentar una gran seguridad al reconocer ese sonido tranquilizador que se parece al de sus recuerdos, y que no es sino la voz de su madre. Durante muchos meses ha escuchado el latido de su corazón y el flujo de la sangre corriendo por su cuerpo y, en muchas de sus horas de vela y descanso, ha estado flotando en el líquido amniótico y acunado por los movimientos acompasados y repetidos de ella al levantarse y agacharse. Por todo ello, en ese sinfín de ocasiones en que ese pequeño, ya en este mundo, se sienta perdido, con una sensación de auténtico terror y angustia, que expresará con su llanto, el arte misterioso, mágico y tranquilizador de su madre, mediante un tierno abrazo y palabras cariñosas y susurrantes al oído, le aliviará y consolará, haciéndole entrar, apaciblemente, en el sereno reino del sueño. Y eso sí que es muy gratificante para ambos. Creo que, y aquí me atrevo a afirmar que es más que probable que la mayoría de las mujeres estén de acuerdo conmigo, es una de las sensaciones más placenteras, gozosas y agradables que se puedan experimentar. Y sabemos hacerlo a la perfección todas, absolutamente todas las mujeres del mundo, aunque nadie nos lo haya explicado, porque no es necesario. Todas esas pequeñas cosas, repletas de magia, amor, misterio e infinita ternura, brotan instintivamente desde lo más profundo del alma de cualquier mujer. Sin lugar a dudas, el instinto tiene maravillosas leyes escritas en el ADN que todos los seres vivos vienen transmitiendo desde el mismo momento en que apareció la vida en este enigmático planeta Tierra.