Tino Pertierra

Fotoshow

Los programas informáticos que hacen las veces de pócima asterixiana para rejuvenecer a la gente han convertido las revistas del famoseo (en versión cuché o digital) y los anuncios con rostros célebres en un instantáneo y efímero monumento al engaño propio y ajeno. Mientras la vida real depende aún del bisturí y el maquillaje para que las estrellas intenten aparentar diez, veinte o treinta años menos, con resultados mayoritariamente deplorables, el mundo irreal se puede permitir dejar una piel de 40 años más tersa que la de una veinteañera y eliminar cualquier presunto defecto del cuerpo sin pasar por quirófano, convirtiendo en los casos más desdichados a un personaje en algo parecido a un muñeco inexpresivo y falso de la cabeza a los pies. Saber envejecer es un arte que pocos artistas practican, y mucho menos los vividores que no dan un palo al agua pero tienen una vida de cinco estrellas en su burbuja de porcelana.

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