El misticismo de Nektaria Karantzi

Desde los orígenes del cristianismo, el canto ha sido una herramienta indispensable dentro de las celebraciones litúrgicas. La voz, la palabra, el verbo, el sonido se convierten en sinónimos de la divinidad y la música, la vía mística gracias a la cual lo mundano se transforma en sagrado. Mientras la Iglesia Católica de rito latino organizaba toda la liturgia a través de esa inmensa colección de cantos que llamamos "Canto Gregoriano", las iglesias de rito oriental, y en concreto la Iglesia ortodoxa de rito greco-bizantino, hacían lo mismo con sus propias tradiciones musicales. Sin embargo, en estas últimas, pese a las vicisitudes históricas, el componente oral, la transmisión de maestro a discípulo, se ha mantenido con mayor vitalidad hasta la actualidad. A diferencia del sistema tonal al que estamos acostumbrados, los modos bizantinos y su tradición interpretativa permiten organizar los sonidos a distancia inferior del semitono. Estos microtonos favorecen una gran flexibilidad expresividad y una gran exquisitez de matices que no pasan desapercibidos al oído del espectador.

A estas características responde la voz de Nektaria Karantzi que, en el segundo concierto del XI Ciclo de Música Sacra "Alfredo de la Roza", fue desvelando los secretos del canto bizantino a un público que llenó la Iglesia de San Isidoro. El caso de la cantante griega es único, pues recibe el legado musical de su maestro Porphyrios el Kapsokalyvite, actualmente canonizado por la iglesia ortodoxa, y se convierte en paradigmático al convertirse en una de las mayores especialistas a nivel internacional en un repertorio secularmente relegado a las voces masculinas. Aún disponiendo de una voz de grandes resonancias, gran registro y hermoso timbre, en el concierto solicitó cantar con micrófono para poder mostrar con mayor claridad las sutilezas de su interpretación. Una idea acertada que muestra la labor pedagógica que al frente de la "Asociación Panhelénica de Mujeres de música Sacra Bizantina" lleva años realizando y que, junto a los asistentes a este concierto, han podido disfrutar los alumnos de la especialidad de Historia y Ciencias de la Música de la Universidad de Oviedo, donde ofreció el jueves una clase magistral.

A modo de "psaltis" o cantor, N. Karantzi interpretó piezas como el "Himno Trisagion" de Kryakos Ioannides dedicado a la Trinidad, "Panayia Despina" del Hmk. D. Daniilides de Katounakia o el "Salmo nº 5" de los Monjes de Simonopetra en el Monte Athos, lugar donde todavía hoy las mujeres tienen vetada la entrada. Especial relevancia tuvieron el "Salmo 33" de Monolis Chatzimarkos y el "Salmo 65" de los Monjes de Simonopetra. Ambos terminan con el denominado "Terirem", palabra sobre la que se canta una melodía muy adornada y de carácter ensoñador, que según una doble tradición imita el lenguaje de los ángeles o es un "nana" que la Virgen María cantaba al Niño Jesús. Ejemplo de la gran vitalidad que este canto continúa teniendo fue la interpretación de "Señor de las santas Virtudes" de Vasilis Tsambropoulos, presente entre el público y al que N. Karantzi dedicó el aplauso.

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