Hace muchos años que conozco a Gerardo, ambos estamos curtidos en mil batallas en la comercialización de vino. Yo desde mi puesto de sumiller y el, desde su posición de distribuidor de grandes vinos en Granada. Hace tiempo que su familia decidió tomar parte mucho más activa en el sector y no conformándose solo con la distribución de marcas relevantes, movieron ficha para convertirse también en elaboradores. Un paisaje idílico como es la Sierra del Chaparral, enclavada a mitad de camino entre el Mar Mediterráneo y Sierra Nevada fue el escogido para plantar los clones de variedades nacionales e internacionales.
Su irrupción en el mercado fue con un peculiar Calvente compuesto cien por cien de uva moscatel vinificada en seco. Aún tengo clavado en mi memoria el intensísimo aroma de aquel vino, ¿Demasiado empalagoso? Hace pocas semanas que he vuelto a catar un Calvente Moscatel 2014 y ese bucle aromático volvió a pasar por mis sentidos, sin embargo en boca es mucho más delicioso con inexistente efecto colonia. Está claro que la experiencia es vital en todos los términos, desde el laboreo hasta el embotellado.
En una visita a Granada hace un par de años, tuve la ocasión de conocer el Guindalera en su versión tinta. Me gustó mucho, pero desconfíen de mi percepción porque si te pierdes entre las barras de la ciudad y pruebas su excelente gastronomía local con diferentes vinos, todos los gatos son pardos y el embrujo de Granada te envuelve. Así que desde la tranquilidad de mi barra de Oviedo he probado con más calma este vino y no hay embrujo que valga, sigue gustándome. Un 2011 muy hecho, con un año de barrica bordelesa y un carácter mediterráneo ausente de calentones como esos vinos que por exceso de madurez se vuelven imbebibles. Guindas, supongo que de las raíces de La Guindalera es lo que más te evoca en nariz pero de trago muy fácil y elegante. No es un vino para colocar en un marco, pero es un vino tremendamente disfrutable.
