Crítica / Música

Huracán Matsuev

Denis Matsuev cerró con gran brío esta edición de las Jornadas de Piano, con un virtuosismo de potencial extraordinario muy impactante, también por la enorme corpulencia del sonido exhibido durante todo el recital, aunque esto desdibuje algunos aspectos que no siempre favorecen por igual la claridad del tejido musical, y de ahí la no unánime alabanza respecto al intérprete desde parte del público, aficionado o profesional, no sólo en este escenario. Matsuev no defrauda en su apabullante potencial técnico y virtuosístico, con un sonido de una extraordinaria "pegada". Reflexiones de un adulto para otros adultos son, en palabras del propio compositor, las "Escenas de niños op. 15". La interpretación de Matsuev, que no deja indiferente, no tuvo nada de ingenua, aunque en general poco tendente a la introversión. Junto a ellas, "Kreisleriana op. 16", también de Schumann, que el pianista interpretó seguidas, aunque no tienen en absoluto atmósfera, contenido o dedicación compartidas, por eso quizás no resulte del todo apropiado interpretarlas sin solución de continuidad. Abruptos cambios en sus ocho partes entre el apasionamiento y lo más sereno, que en la apoteosis sonora de Matsuev se amoldaron más expresivamente a los primeros. Matsuev se encontró a gusto en la densidad sonora, en la velocidad al límite, donde los acentos no son lo que parecen, una manera de reflejar las tormentosas altas cimas schumannianas, más eficazmente que la reflexión íntima.

La segunda parte dejó a más de uno desconcertado. Se cambia el programa, eliminando las dos obras de Tchaikovsky, "Meditación, op. 72 n.º 5" y "Dumka, op. 59", sin hacer la más mínima mención por megafonía. En su lugar se incluyeron, insisto sin mención alguna, "Estudes Tableaux op. 39", concretamente los n,º 2, n,º 6 y n,º 9, de Rachmaninov. Además se intercambió el orden de los preludios op. 23 y op. 32, que es como -éstos sí- figuraban en el programa. Lo que supone una falta total de respeto hacia el público. Inadmisible. Musicalmente, Matsuev, que completó la segunda parte con la "Sonata n.º 2 op. 36" (segunda edición) de Rachmaninov, se entregó aun más si cabe a la gran catarsis del sonido y del virtuosismo al límite, que unos pueden sentir como purificadora y otros como lo contrario. Es sin duda, en el aspecto positivo del término, todo un animal pianístico, pero de sonido tendente a lo recio, volcado en el ímpetu con vehemencia y ardor, en una especie de huracán, de torbellino incesante que no conoce la palabra miedo ante la dificultad y, quizás por esto se puede producir cierta precipitación, que no siempre permite la mejor definición musical posible. Sin hacerse de rogar, interpretó cuatro propinas, "Caja de música" de Anatoli Liádov -aquí se transformó en pura delicadeza-, el "Estudio op. 76 n.º 2" de Sibelius, el Estudio op. 8 n.º 12 "Patético" de Scriabin y, finalmente, el Matsuev/Ellington "Take the A Train" y "Caravan", que dejó al público con la sonrisa puesta por su capacidad virtuosística improvisatoria en el jazz. El Steinway, de momento, en reposo absoluto por prescripción técnica.

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