Crítica / Música

Orlando y furioso

Un éxito personal de Sabata con la acertada dirección de Espasa

Presencia de nuevo en Oviedo de Xavier Sabata, esta vez clausurando con Dani Espasa y su grupo, el ciclo Primavera barroca, centrado en esta ocasión en arias de los "Orlandos" de Haendel y Vivaldi. Si no conociéramos a Sabata igualmente lo habríamos identificado sin cantar una nota, por su forma de calzar en el escenario, con traje negro, pajarita y, el único, unos zapatos blancos, sin duda una pequeña licencia un tanto llamativa que lo diferenciaba del grupo. El arte en el gusto cantante de Sabata no se hace esperar, en esta ocasión en una sala de cámara que no lleva su voz tan al límite por requerir una mayor presencia sonora como en un teatro, por ejemplo el Campoamor, donde imponerse en un espacio mucho mayor afecta, en parte, a su emisión, control de vibrato o a algunos recursos expresivos muy delicados que pueden perderse y que en esta pequeña sala de cámara sí pudo hacer efectivos delicada y cercanamente.

La obertura inicial comenzó un tanto destemplada en la afinación de la cuerda, quizás más notoriamente entre la segunda y la primer violines. En este aspecto la segunda parte del concierto ya resultó mucho más compacta, y entre todos en general. Las arias desgranadas por Sabata siempre lo fueron con gran fuerza expresiva -como actor en este aspecto no se queda en absoluto corto-, con la dicción del texto a flor de piel, aunque su voz adolezca de mayor potencia, sí realiza, en esa igualdad dentro de una dinámica instalada entre el piano y el mezzoforte, unas agilidades muy bien ajustadas, perfiladas, dichas. Es evidente cuándo se crece -no en vano ha sido programada al final-, en arias como "Fammi combattere" del Orlando HWV 31 de Handel final, o en la segunda y última propina -antes del "Scipione"- "Cara sposa, amante cara" de Rinaldo. Interpretaron fuera de programa en la primera parte, un concerto grosso -concebidos éstos como música de relleno para cantatas y óperas-, concretamente el Concerto grosso en Sol mayor, Op. 3, Nº 3 HWV 314 escrito para oboe, fagot, cuerda y continuo -aunque aquí sin fagot-, de los denominados "conciertos para oboe" en contraposición del op.6 como "conciertos para cuerda" -aunque en la actualidad se sabe que esta denominación no es tan excluyente en cuanto al tipo de instrumentos que se empleaban-, con una interpretación del oboe solista en este caso en algunos momentos un tanto al límite técnicamente, con alguna dificultad al adecuarse al tempo en primer Allegro. Interpretado aquí casi como un trío sonata en el que "concertino" lo forman dos violines y oboe, debiera emplearse un continuo diferente con otro clave para él. Para una más efectiva disposición espacial, sería deseable separar físicamente en el escenario el concertino y el ripieno (relleno). Como "relleno" en la segunda parte se interpretó el Concierto para dos trompas, cuerdas y continuo en Fa mayor, RV 728 de Vivaldi. Muy bello pero enrevesadamente complicado en la parte de las trompas solistas. Incluso con toda la muy positiva disposición con la que escucho un instrumento tan difícil como la trompa natural, en algunos momentos la afinación entre ellas no fue del todo audiblemente correcta. Lástima. Gran éxito personal de Sabata en la interpretación camerística cercana, de media voz, con un repertorio siempre exquisito para un contratenor, y con la acertada dirección de Espasa. Aunque también una voz femenina puede hacer crecer muy elocuentemente -más allá de la técnica masculina al interpretar a cantantes castrados- la virtuosística brillantez vocal dedicadas a estas voces. Ayer declaraba un actor que "era machista pero no misógino", no se entiende muy bien, pero en las preferencias en la música pensada para los castrati, no se puede ser ni una cosa ni la otra, ni todo lo contrario.

Compartir el artículo

stats