A películas como Crudo las beneficia y perjudica la polémica. No se en qué proporción. Beneficia sobre todo a los productores y distribuidores que ven cómo su producto recibe una gran publicidad gratuita que por cauces normales de marketing serían impagables. Basta con que se corra la voz de que hay espectadores que se fueron de la sala o se desmayaron por la violencia de algunas imágenes para que funcione el efecto llamada empapado de morbo y curiosidad malsana. Y perjudica a las intenciones creativas de una cineasta que probablemente y nunca pensó que meter unos minutos -ciertamente desagradables pero no más que otros vistos en cintas sin tanta aureola de fuerte- iban a desvirtuar su trabajo de forma tan grosera. Porque Crudo es ante todo una película muy interesante y en general notable en la que el sensacionalismo de quién ve los árboles y se pierde el bosque no puede desvirtuar sus logros. Mezcla sobresaliente y audaz de géneros, la película es el retrato preciso e implacable no solo de un personaje femenino tan fascinante en otro registro como el de Elle sino también un reflejo despiadado de los muchos males de esta sociedad enferma.
