"Siegfried" estabiliza el wagnerismo asturiano

La exitosa prueba de un concepto de producción arriesgado

El "Siegfried" que ha iniciado la 70ª Temporada de Ópera de Oviedo es importante por dos motivos: estabiliza la presencia de Wagner en el Teatro Campoamor después de las duras controversias del "Tristán" que abrió camino hace años; y prueba con éxito un concepto de producción arriesgado. Hablo de estabilización a la vista de cuatro funciones a teatro lleno (estuve en la última) del drama menos popular de la tetralogía "El anillo del nibelungo", tercero de la mayor epopeya músico-dramática de la historia del arte y la cultura, cuyas quince horas largas de duración ocuparon a su autor durante 25 años. En el propósito de darlo en su integridad, con un título cada dos temporadas, Oviedo ha testado problemas de todo orden, no solo presupuestarios. Uno de ellos es el foso del teatro, donde no entran los músicos y sus instrumentos, siempre por encima de 110 en esta obra descomunal. Parecía inevitable una limitación a las partituras condensadas que circulan por los teatros provinciales de Europa, pero en este "Siegfried" ha sonado la escritura original por la participación de las dos orquestas asturianas, la OSPA y la Oviedo Filarmonía. Decisión feliz, porque en la orquestación wagneriana nada es efectista o decorativo, sino rigurosamente estructural.

La ubicación de los dos conjuntos en el escenario resolvió la parte orquestal, siempre más rica que la vocal. Y así gozamos a tope del gran sonido mixturado en la unidad que fragua el maestro Guillermo García Calvo, aplaudido en toda Europa como gran director de ópera y concierto. Su inspiración artística es tan segura como su pericia en la conducción de instrumentistas y cantantes, muy necesitados en Wagner de una concertación que les dé seguridad en entradas, flexiones métricas y dinámica. En la producción ovetense ocupaba la orquesta la mitad interior de la escena y batía el director frente a los atriles y de espaldas a los cantantes. No le veían estos, pero percibían en los impulsos del fraseo orquestal el instante preciso de las entradas, la duración de las notas sostenidas y hasta las curvas súbitas en diálogos entonados con naturalidad dramática.

Las soluciones escénicas. Así consiguieron, con ingenio y conocimiento, representar la obra y no reducirla a una estática versión de concierto. Si esto se llama semirepresentación, bienvenida sea para que la música, que es lo más importante, suene en plenitud. El poema de Siegfried es una secuencia dialogal sin conjuntos solistas ni corales, con numerosos episodios narrativos o de especulación simbólica. Son escasos los momentos de acción en tiempo presente y todo ello coadyuva en un estatismo que es aridez para el público primerizo o no habituado. Pero el autor, uno de los padres del arte simbolista en Europa (venerado como tal por los poetas y músicos franceses de esa tendencia, incluido Debussy malgré lui) desarrolla en la riqueza del tejido leitmotívico el dinamismo que falta en el texto. Y ésta es el área intelectiva y sensible de su dramaticidad. Thomas Mann describe su propia evolución desde el melodismo de las primeras óperas wagnerianas hasta el tematismo combinatorio que le llevó a amar por encima de todo las partes narrativas, y especialmente las de "Siegfried".

En el plano visual, la producción de Oviedo da libertad al juego actoral de los cantantes, no constreñidos a la franja del escenario no ocupado por la orquesta sino rodeando al público a distintos niveles de la herradura de planta italiana. Es otro acierto de acción, ajeno a la forma concertante. Las entradas de Wotan (El viandante) por el pasillo central del patio de butacas, sorprenden y producen un cierto escalofrío por la formidable voz y la mayestática entonación del barítono bajo Bela Perencz. La nerviosa movilidad del tenor protagonista evoca los 18 años de su personaje, algo desfigurados por un cráneo rapado que le envejece. Y las voces proyectadas desde los palcos de los pisos superiores completan una presencia envolvente que también entronca con la esfera simbólica.

Espléndido elenco. Simbolista es, obviamente, la sustitución de los decorados y el atrezzo corpóreos por un relato de videos 3D que, retroproyectados sobre telones transparentes, simulan fondos y perspectivas virtuales o pasan del escenario a la sala con atrevidas propuestas estéticas. El concepto visual de Carlos Wagner y los contenidos creados por Slidemedia Studio y Artistas Multimedia trasladan la acción a una esfera desmaterializada y poética. Todos son bellos y tan solo el tema de los naipes (el azar, la premonición, el destino...) aburre por muy repetido.

Mención entusiasta merecen las voces, sobre todo masculinas. Tal vez ninguna de ellas haya pisado hasta ahora los grandes espacios, pero son en conjunto mejores que las que pueblan los santuarios del wagnerismo. Una entrega como la del tenor heróico Mihail Vekua, que llega al final tan fresco como si no hubiera hecho sonar hasta el límite su agotadora parte protagónica, es casi increóble: grato color muy timbrado, potencia espectacular, versatilidad expresiva y valentía juvenil, estos son sus valores. El ya mencionado Wotan de Perencz es, por anchura, tesitura y nobleza, el mejor de cuantos he oido en muchos años. Mime tiene en Johannes Chum un tenor de lujo, muy diferente de los cantantes "de carácter" que suelen dar al mezquino personaje su pequeña o gastada voz. El Alberich de Zoltan Nagy es admirable por una vocalidad llena, coloreada, expresiva. Y el bajo profundo que incorpora a Fafner impresiona por la cavernosa resonancia de una emisión que ya no se encuentra en las grandes casas de ópera.

Entre las mujeres sobresale el Pájaro del bosque de Alicia Amo, bella voz lírico-ligera que redondea una versión canónica. Erda, la protomadre que surge del fondo de la Tierra, suena en un contralto profundo pero ya muy tocado. Y la gloriosa Brunilda cuenta con una soprano poderosa, Maribel Ortega, de color aceptable y valiente plenitud, pero forzada en la emisión aguda.

Un bravo por quienes, hayan descubierto y reunido el espléndido elenco masculino. El Wagner de Oviedo ya es referencial en elementos renovadores y en la sabia prospección de grandes artistas que no descalabran los presupuestos. Habrá imitadores...

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