Crítica / Música

Evolución a la inversa

La intensidad y la belleza del programa se vieron satisfechas con creces por la audaz propuesta de García de Paz

En continuo crecimiento se presenta "El León de Oro" (LDO) después de 20 años de ascendente trayectoria, con "un programa denso y complicado; que invito a cualquiera a que lo haga", comentó con prurito algo desafiante, al final del concierto, el propio director. En este programa no hubo espacio para el artificio, lo cantado forma parte de un corpus musical en lo alto de la más excelsa polifonía. Laudate pueri Dominum (1572), la Missa Papae Marcelli (1567) de Palestrina, el Magnificat Primi Toni (1600) y Regina Caeli laetare (1576) de Victoria, y Adoramos te Chiste, SV 289 y Cantate Domino canticorum novum SV 292 de Monteverdi; claro está el dominó del Renacimiento en este cajón de sastre de la Primavera Barroca, ayer invernal renacentista. Muchas veces me he preguntado si, alcanzando el máximo nivel en la polifonía, por ejemplo por Victoria, con el mayor grado de intensidad emocional concentrada con austeridad estética y concentración también temporal en su desarrollo, no sería todo lo musical posteriormente venidero y la creciente invención de técnicas compositivas y sus flamígeras estéticas sonoras, una especie de involución, una suerte de -maravillosos, si se quiere-, añadidos polifónicos postreros. El Siglo de Oro de la polifonía española se situó mundialmente en lo más alto, y en este aspecto fue, es y será, algo insuperable. De esta estética es de la que nos ha hablado el acercamiento del LDO a un repertorio en el que ya no necesita el alarde para superarse en ningún concurso, ahí está su evolución, hacia atrás, a la inversa, que es intentar alcanzar la cumbre.

El LDO se ha renovado en los últimos años. Creo que el éxito de la renovación en un coro, mayoritariamente compuesto de jóvenes como este, es hacerlo en la medida que se produzca equilibradamente la inclusión de nuevos miembros, que van adquiriendo experiencia, con la sustitución paulatina de los veteranos y sin que se produzca una ruptura, no siempre se consigue en todas las cuerdas por igual; es un reto para cualquier conjunto coral. Como ejercicio se puede intentar describir la impronta sonora del LDO, basada en una cuerda de sopranos de férrea solidez, que es el hilo, una especie de cuerda de recitado, que soporta una impecable afinación de emisión carente de vibrato, que mantiene siempre esa sonoridad limpia y juvenil. Una cuerda de altos, mezzosopranos en realidad, juveniles, más discretas, en una sonoridad que se acercan en su colorido a las sopranos y que, por tanto, con la también juvenil emisión de los tenores, da como resultado un empaste en el que dentro del conjunto sonoro, encaja efectivo el contraste con los barítonos-bajos. ¿Cómo sería la estética vocal en pleno Renacimiento? No lo sabemos, aunque sí sabemos que el coro no sería mixto; otro mundo a imaginar. El conjunto mantiene siempre una afinación brillante, adecuada al diapasón actual -que no es el de la época-, en la que sobresale el timbre preponderante de las sopranos; igualdad y discreción en las voces medias, y sonoro apoyo de las graves cumpliendo su función de soporte. En general la dinámica del coro es contenida, aunque siempre atenta a alcanzar unos finales intensos, sonoros y al mismo tiempo nada duros en la construcción del acorde; es una de sus más atractivas especialidades. La micro dinámica interna es menos rica. Este es un aspecto algo controvertido, ya que casi todos los grupos incluso profesionales, tienden a hacer la polifonía bastante plana; llevar esto a otro terreno precisa una intencionalidad y un grado de madurez cantante de otra índole. La intensidad y la belleza propuesta en el programa, se vio con creces satisfecha; la densidad y complejidad del mismo se resolvió con entereza y audacia por parte del señero León de Oro que dirige Marco Antonio García de Paz.

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