Gijón, Susan F. SERRÁN

Un susto es lo que se debieron de llevar los vecinos del puerto deportivo de Gijón o, como mínimo, una sorpresa. La Punta Lequerica amaneció teñida de rojo en medio de la marea verde que supone el Festival de la Sidra. Que ese espigón del dique Santa Catalina esté inundado de grafitis -y de felinos- no es nuevo; lo sorprendente es que sea la primera vez que es pintado legalmente. Nueve artistas comenzaron a pintar un mural que ilustrará los lugares clave de la villa. Enmarcado dentro del certamen de la manzana, lleva color rojo como símbolo de la ciudad y traslada a su vez otro símbolo al centro de la villa: la «Lloca» de El Rinconín. Entre los artistas invitados, El Niño de la Pintura, el grafitero español más internacional.

«Me parece fantástico poder pintar delante de unos yates cuya plaza de aparcamiento en el puerto valga, seguramente, mucho más que yo». Encantado de volver a Gijón, donde ya expuso su trabajo en varias ocasiones en la galería El Arte de lo Imposible, Raúl Ruiz -«El Niño de las Pinturas»- afirmó que se tiene que seguir peleando por intentar plasmar el arte en las paredes de las urbes. «Las ciudades están construidas para pintarlas porque, en esta época en la que se lleva tanto el hormigón, ¡no pueden ser más feas!», sentenció Ruiz.

La libertad del grafitero a la hora de pintar sigue siendo muy importante, pero la tregua conseguida con las autoridades en ciudades como Gijón es un paso muy importante. «Aunque se hable mucho de mí, no he llegado muy lejos: me siguen persiguiendo en Granada», comentó Ruiz. En la villa gijonesa, iniciativas como la de la Punta Lequerica fueron posibles gracias a la colaboración de Asociarte. Su director, Isaac Olivar, de 26 años, también participa en el mural. «Fueron unos comienzos difíciles, pero al final conseguimos negociar: tú te ahorras la limpieza y a nosotros nos dejas expresarnos», afirmó Olivar.

Una manzana como nexo común «y a mí déjame de palabras y dame un bote», sentenció Chikita. Colaboradora de Fernando Malo en la restauración de cerámica de La Seo de Zaragoza, ayer también puso su granito de arena en el mural. Junto a ella también estuvo La Tonta el Bote (Jaén). «Yo estudié Bellas Artes, y por supuesto que el grafiti es digno de estar en galerías», sentenció la artista. En museos o no, lo cierto es que a lo largo de la tarde las miradas se fijaron en los pintores del spray en el espigón. La amenaza de lluvia no fue suficiente para parar a los grafiteros. Si no, como afirmó el gijonés Jorge Caballero -«Cota»-, a resignarse: «Con paraguas en una mano y el bote, en la otra».

Con 12 años ya empezó a firmar paredes con rotuladores y a los 14 engañó a la asociación de vecinos para pintar el que sería su primer muro. Desde entonces, Raúl Ruiz (Granada, 1977) -más conocido como «El Niño de las Pinturas»- cree en un arte que sea capaz de transmitir. «Igual hay un mural gigante y te llama la atención sólo una cosita pequeña», sentenció el artista. Ruiz se ha recorrido las calles de París, Wiesbaden, Milán, Caracas y ha expuesto sus obras hasta en festivales de moda. «En un acto de Cibeles tuvimos la oportunidad de expresar nuestra obra a través de prendas del diseñador Roberto Torretta», explicó Ruiz.

Artista callejero que más que autodidacta presume de aprender de todo el mundo, las obras «del niño» buscan la humanidad de los retratos. «Me gusta plasmar rostros humanos porque para expresar sentimiento qué mejor que utilizar la cara, que no es más que el espejo del alma». Además de la pintura, Ruiz es conocido por fusionar imágenes con poesía: «Me gusta mucho escribir y yo creo que ya no hay separación entre imagen y letras, sino que ambas cosas se convierten en un todo».