Gijón, Susana F. SERRÁN

Una película clásica, el exotismo de un animal o un desconocido sentimiento. Cualquier imagen capaz de crear un impacto visual en la mente de Paloma del Pozo (Madrid, 1972) es susceptible de reflejarse en el alma de sus prendas. Casada con un gijonés y veraneante habitual en la villa desde que era prácticamente bebé, la diseñadora tiene una tienda en Gijón. Pese a que la experiencia de la boutique ha sido un tanto agridulce debido a la crisis económica, Del Pozo se muestra ilusionada porque prorrogará hasta finales de septiembre una exposición de veinticuatro diseños que el Museo Evaristo Valle recoge desde junio. El éxito de público demuestra cómo la moda, en algunos casos, se vuelve arte.

«Es impresionante lo bien que se llevan los cuadros y los vestidos. Parece incluso que hablan entre ellos», afirmó Del Pozo. No podía ser de otra manera. Los vestidos de la diseñadora ocupan la sala principal del museo e irradian luces y colores muy a tono con las pinturas que los rodean. Procedente de una familia de artistas -madre ceramista y hermana pintora-, la modista madrileña está encantada con la experiencia de exponer sus obras. «Lo malo es el tiempo, que no te deja habilitar nada fuera. Pero habría sido una pasada poner instalaciones en el exterior, porque las esculturas del jardín son una maravilla», comentó la modista.

Que la moda saltase por primera vez de un escaparate local a este museo fue casualidad. Guillermo Basagoiti, director del Evaristo Valle, pasó un día por delante de la tienda que Del Pozo tiene en la calle de San Bernardo y decidió que aquello tenía que formar parte del museo gijonés. «No cabe duda de que lo que Paloma hace es arte. Me parece tan espléndido como lo pueda ser una pintura o un grabado», afirmó Basagoiti. Si para la diseñadora madrileña los vestidos conversan con los cuadros, para Basagoiti las prendas incluso tienen un valor añadido: «No son como las pinturas que se cuelgan en una pinacoteca, sino que los vestidos se mueven por las calles, se dejan ver».

Ni confección ni moda. Del Pozo vino del campo de la publicidad. Hace ocho años, ella se desplazó a Marruecos por su trabajo. Los aromas emanados de aquella tierra y las diversas telas y tejidos que escondía el país la motivaron para experimentar con algo que la había fascinado desde que era pequeña. «Llegué a la moda por casualidad. Siempre me había gustado la ropa, y en ese viaje comencé a experimentar. Como gustaba lo que hacía, seguí adelante», sentenció Del Pozo. Fue entonces cuando nació Ojalá!, su firma de moda. «El nombre es una palabra que utilizo mucho en mi vocabulario; me transmite muy buen rollo y es esperanzadora», sentenció Del Pozo.

Frescura y sencillez para unas prendas que buscan la originalidad. Los diseños de la modista madrileña fueron gustando cada vez más. La limitación de las prendas a unos modelos determinados fue una de las claves del éxito. «No es que limitemos los diseños a cincuenta unidades, es que algunos son hasta únicos», afirma Del Pozo. Muchos de sus diseños se dibujan directamente sobre la tela, a modo de lienzo. Según la modista: «Si el vestido está bordado, aunque sea el mismo dibujo, nunca encontrarás dos iguales. Es como dibujar a mano alzada, pero sobre tela».

Si hay algo que hile el campo publicitario del que proviene la diseñadora con la moda, es la adaptación del producto a la persona a la que va destinado. En este sentido, sus prendas son atemporales. «No seguimos los dictámenes de la moda e intentamos que los vestidos que compres ahora te duren el tiempo que quieras», sentenció Del Pozo. Pero... ¿se puede ser ajeno a las tendencias? La artista opina que sí, ya que a veces «la gente busca salirse un poco de las grandes superficies, para no ir todos uniformados». En este caso, líneas de ropa determinadas pueden ofrecer modelos con tonalidades distintas de lo que en ese momento «se lleva».

A raíz de la exposición en el Evaristo Valle, la modista tiene ahora como objetivo repetir la experiencia en otras galerías. Aunque la tienda de Gijón -muy probablemente y con «toda la pena de mi corazón»- cierre, Del Pozo le tiene un cariño especial a las tierras asturianas, y más, si cabe, al propio museo. Para la próxima exposición, sólo un aspecto lograría superar a la pinacoteca asturiana. «Si pudieran ser modelos vivientes, sería todavía más impresionante», sentenció Del Pozo.

Para Guillermo Basagoiti, director del museo, las prendas tienen un valor añadido a los cuadros: se mueven por las calles

Casada con un gijonés y veraneante habitual en la villa, Del Pozo se plantea cerrar, «con todo el dolor de mi corazón», su tienda local

Gijón, S. F. S.

En la primavera del 2001, el Museo Guggenheim de Nueva York albergó por primera vez una exposición de Armani. Siguiendo la máxima de «explorar los lados creativos de las artes industriales», la galería sentó las bases de lo que ahora ya se considera algo normal: la introducción de la moda en el museo. «Nosotros llegamos un poco tarde, pero estamos encantados por cómo han ido las cosas», señaló Guillermo Basagoiti, director del Museo Evaristo Valle.

La exposición de Paloma del Pozo supone un estreno doble: es la primera vez que ella expone, pero también el propio museo se atreve con diseños de ropa. No puede venir en mejor momento: este año, la exposición más popular fue una muestra de moda en el Museo Metropolitano.