Los vaqueiros no tenían hórreos, porque eran un pueblo ganadero que no almacenaba cosechas. Construían casas de piedra, con ventanas pequeñas rodeadas de pastizales y comían embutidos y potes de berzas. Esas tradiciones y muchas más se muestran desde ayer al público en Brañaseca (Cudillero), donde el geógrafo Francisco González Rodríguez, explica aquel mundo perdido de las brañas con visitas guiadas y un ágape típico como colofón.

«Brañaseca Experience» es la criatura de González, hijo del ex alcalde de Cudillero, Francisco González, que llevaba años con la idea en la cabeza. «No tengo ninguna relación con este pueblo, soy de Cudillero y vivo en Trevías, pero lo conozco bien y decidí convertir esta pasión por la cultura vaqueira en mi actividad laboral», señala.

Y ayer fue la puesta de largo en la braña, con un día nublado que apenas dejaba ver el mar que desde las alturas de Brañaseca se divisa con nitidez cuando el cielo está despejado. «La gente de aquí está contenta, esto es un modo de atraer visitantes y mantener viva la aldea», comenta Francisco. Unas cincuenta personas asistieron ayer a la presentación del proyecto, bajo el sugerente epígrafe de «Brañas, lobos y vaqueiros», entre ellos la directora general de Desarrollo Rural del Gobierno Asturiano Tomasa Arce, el alcalde de Cudillero Luis Fernández Garay y miembros del ejecutivo local, los diputados socialistas por el occidente Marcelino Marcos y Elsa Pérez, además de numerosos vecinos de Brañaseca y áreas colindantes como La Rondiella y Busfrío. Tampoco faltó el presidente del grupo de acción local del valle del ese entre cabos y Alcalde de Tineo José Ramón Feito, por tratarse de un proyecto financiado a través del proyecto europeo Leader.

Básicamente la actividad consiste en un paseo por el pueblo, en el que de forma amena el visitante va descubriendo las peculiares formas de vida de los vaqueiros, su cultura, sus costumbres y tradiciones, además de las luchas territoriales que en la actualidad los habitantes de las brañas mantienen con los lobos.

González tiene previsto incorporar un audio de simulación con aullidos de lobos y sonidos de vacas. «Pienso ponerlo en la casa justo antes de la comida típica con la que culmina el recorrido, así dará pie a comentarios en la mesa», indica el promotor de la idea. La vivienda, alquilada y restaurada por González, respeta fehacientemente la estructura de las antiguas construcciones de los pastores trashumantes de las alturas del occidente asturiano. La comida marcará el punto y final de la ruta. En pleno corazón vaqueiro el menú no podría estar compuesto más que de manjares clásicos de la dieta de antaño que incluyen panchas, una especie de bollo con harina de maíz relleno de tocino y cebolla, pote asturiano, y requesón o natas. González, que se define como geógrafo rural, ha tomado como ejemplo una iniciativa similar puesta en marcha en Asiego (Cabrales), en torno al queso y a la sidra. «Cuando conocí lo que hacen allí pensé en exportar la idea al occidente, adaptándola a las peculiaridades de la cultura vaqueira y dando importancia al componente gastronómico que siempre engancha la gente», sostiene. En Brañaseca quedan unas siete casas habitadas. En verano se abren cerca de treinta.

Ahora hay escuela y relativas buenas comunicaciones con la costa y la capital del concejo. Los que quedan llevan una vida muy diferente a la de sus antepasados, pero no olvidan sus orígenes y siguen atendiendo el ganado con mimo.

Francisco González quiere contribuir ahora a reafirmar esa identidad de los pobladores de las brañas. Hoy ya tiene tres visitantes que le esperan por la mañana en San Martín de Luiña para subir al pueblo y de paso comenzar a empaparse de tradiciones.