Los disfraces y caretas del festival de máscaras ibéricas sobrevivieron ayer al agua y a los imprevistos. El encuentro cultural, cuyo objetivo es homenajear y exponer la tradición y los ritos ancestrales, es una parada obligatoria del Festival Arcu Atlántico, evento multidisciplinar que se celebra en Gijón del 22 de julio al 1 de agosto. Una cita pasada por agua, que abarrotó las inmediaciones del paseo del Muro de San Lorenzo, donde diferentes agrupaciones de España y Portugal hicieron gala de las vestimentas tradicionales de sus pueblos, acompañados de instrumentos y bailes ancestrales.

Los primeros en llegar y pisar tierra astur fueron los treinta y dos legionenses de Alija del Infantado, ataviados con los trajes de "jurrus" y "castrones", los grupos celtas que lucharon entre sí durante su asentamiento en el norte de la península ibérica, desde Asturias hasta el río Esla en León. "Los castrones vestían con pieles y trajes de lino, y nuestra arma de guerra eran los mazos, que compartíamos con los vikingos, y que nos convierten en uno de los grupos tribales más antiguos de Europa", señala Victoriano Villar, responsable de la asociación, que vestía piel de zorro y llevaba la cara con pinturas azules."Los 'jurrus', por su parte, son tradicionales de la Semana Santa de Alija y se distinguen por llevar máscaras de demonio, que representan el mal", añadió el leonés, que abría la comparsa y animaba al resto del grupo. Concepción Pérez Villar, también de Alija del Infantado y veterana del desfile, llevaba puesto el traje tradicional de su pueblo, con el mantón y el corpiño. "Es la tercera vez que vengo desde León; es un poco de ajetreo el vestirse y desvestirse, pero lo pasamos muy bien", reconoce la vecina de Alija. La tradición gallega venía representada por el grupo de Viana do Bolo (Orense), cuyos fieles estaban disfrazados con el traje típico de la localidad: camisa de cinta de raso, esquilas, y careta de 'boteiro', que representa el carnaval de la zona, de doce kilos de peso y aderezado con papel de seda. "Es la cuarta edición a la que venimos, el año pasado vinieron nuestros vecinos de Vilariño de Conso, y este verano hemos querido repetir nosotros, es muy buena experiencia", señalaba Jorge Domínguez, representante de la asociación.

Lo mismo pensaban sus compañeros de Montamarta (Zamora), ataviados con el traje de 'zangarrón', un personaje que sale a las calles cada día uno y seis de enero, coincidiendo con el solsticio de invierno y el comienzo de nuevo año. Esta tradicional mascarada, típica de Zamora, "simboliza el demonio y, dependiendo de la fecha en la que salga, lleva máscara negra o roja", explicaba Benjamín Hernández, de la localidad zamorana, que traía a su agrupación por primera vez al desfile gijonés.

El agua pasó factura a todos los participantes en el desfile, que se vieron obligados a aguantar el tipo mientras la lluvia salpicaba los trajes y las caretas. "No hemos podido sacar las máscaras por miedo a que destiñan y nos manchen todos los trajes", explicaba la leonesa Pilar Gancedo, cuya agrupación de Velilla de la Reina tuvo que cubrirse la indumentaria con bolsas de basura. Los castellanos, que llevan más de diez años acudiendo a la mascarada gijonesa, representaron a los "guirrios"-que destacan por la colorida mascara que se alarga con un cucurucho adornado con un abanico de papeles de colores- y los toros, ocultos bajo un armazón de madera con cuernos de vaca.

La música y el baile lo pusieron los vecinos de Ferreras de Arriba, la localidad zamorana que representó por el paseo marítimo gijonés la tradicional 'filandorra', una comitiva que destacaba por el chirriante estruendo del cascabel de su personaje principal. "Somos cuatro caracteres: la Fiandorra, que lleva la cara pintada de negro y siete cencerros, el Diablo, y la Madama y el Galán, que son los personajes guapos", explicaba Francisco Moldón, gaitero de la agrupación, que añadía que "estas cuatro figuras, ancestralmente como personajes paganos, eran dioses de la ganadería y de la fecundidad de la tierra".

Como cierre de la cabalgata, que no dejó de sorprender a un público apelotonado bajo los paraguas, los "guilandeiros" de Tineo, ocuparon las calles con un catálogo muy variado de personajes: la dama y el galan, el ciego, el cura, el médico y el demonio. "Esta tarde hemos ido recogiendo las máscaras por los pueblos", explicaba Elías Veiga, organizador de la asociación tinetense. Una tradición que, lejos de extinguirse, se da cita cada verano en el paseo del Muro gijonés.