Siempre habrá quien vea el resultado de la votación del Festival Astur-Romano de Carabanzo como un Brexit de la historia, quien considere que someter el resultado de esta recreación de una batalla a referéndum es demagogia populista y quien recuerde que al final ganaron los romanos y trajeron las calzadas y que es absurdo oponerse a los cambios estructurales. Pero no es eso. A la gente le gusta que ganen los suyos. ¿No es esa la enseñanza del fútbol que se repite dos o tres veces por semana y que nos tiene aplacados con nuestra cervecita y nuestra crisis de mierda?

Este año, el día fue de los astures. Por fin llegaron los nuestros.

"Los comentarios sobre la guerra de las Galias", de Julio César, cuenta cómo las legiones romanas dominaron a los galos. Este libro ocupaba mucho tiempos del bachiller hasta hace unos pocos años pero, a partir de un momento, fue menos popular entre los estudiantes que Astérix. La burla de Goscinny y Uderzo -como el libro de César, hecha con mucho talento- venció a la verdad histórica sin cambiarla por mera simpatía.

Aunque hubo un tiempo en que estuvieron de moda la ética y la estética del perdedor jamás llegaron a ser mayoritarias y hace treinta años que quedaron enterradas. Estados Unidos, con el ejército más poderosos del mundo, no logró vencer en Vietnam a lo largo de todos los años sesenta y hasta mediados los años setenta del pasado siglo pero en el inicio de los años ochenta, con el viento reaganiano a favor, Rambo empezó a ametrallar vietnamitas y al público le gustó esa venganza cinematográfica más que la realidad histórica.

Hace treinta años, una amiga mayor y encantadora, que profesaba la fe católica y la andaluza, me contó que había un pueblecito en Málaga en el que cuando llegaba la Semana Santa no crucificaban a Cristo. No puedo recordar el nombre del pueblo, ni si era costumbre o si sucedió un año pero relataba que llegaron los soldados, anunciaron que iban a prender a Jesús de Nazareth, se adelantó Pedro y dijo:

-Y una mierda como el sombrero de un picaó.

Así empezó una batalla que acabó con un Cristo que no fue crucificado. El sacrificio de Cristo es fundamental para el cristianismo pero difícil de aceptar, de ahí la cantidad de relato que requiere.

En Carabanzo preguntaron cómo resolver la batalla entre romanos y astures y tomaron la vía Astérix, la doctrina Rambo, la actitud del pío pueblo andaluz y contestaron:

-Dejadnos pasar, salvajes.

-Y una mierda como una montera picona.