Han pasado ya 30 años desde que Avilés, la villa que vio su vida reflejada en la prensa periódica que en ella enraizó fuertemente desde mediados del siglo XIX, acogió la presencia de LA NUEVA ESPAÑA entre sus vecinos, presencia que se ha hecho manifiesta en todos los hechos de importancia acaecidos en la villa del Adelantado y en su comarca.

Y no es que precisamente en estos últimos 30 años Avilés no haya proporcionado noticias, ni mucho menos. Avilés ha sido, es y será siempre un concejo dentro del que actividades de todo tipo se multiplican con resultados que tienden siempre a mejorar aspectos singulares de la villa.

De estos últimos 30 años, si me dieran a elegir, yo destacaría uno sobre todos, uno además que ha sido el que motivó su origen en los siglos medievales, su riqueza en la Edad Moderna, la atracción de industrias en el tránsito del siglo XIX al XX, el cordón umbilical de su más potente industria en ese siglo, bordeado en su momento por las entonces denominadas Ensidesa, Endasa y la Real Compañía Asturiana, y que en este último siglo sigue adecuándose a las actuales necesidades de la nueva industria avilesina, con el muelle de Valliniello, ya propuesto para su construcción en el siglo XIX pero que no vio su realidad hasta hace muy pocos años, al mismo tiempo que ve crecer a su orilla una obra arquitectónica que la ha colocada en la historia mundial de la arquitectura, el Centro Niemeyer.

Visitando hace poco, una vez más, el Museo de la Historia Urbana, desde el gran ventanal de su fachada pude repasar de nuevo la historia de Avilés y su puerto. Todos lo conocéis, y, si no, merecería la pena que lo hicierais. Desde él, en un muy próximo primer plano tendréis ante vosotros un compendio del Avilés de los s. XII al XVIII, ya que, en la vieja parroquia de San Nicolás de la Villa, hoy iglesia de San Antonio de Padua, podréis apreciar su estructura inicial románica y el banco de piedra en torno al que se reunía el concejo abierto; a su izquierda, la capilla fundada por uno de los más ilustres avilesinos, don Pedro de Solís, canónigo que fue de la catedral de Oviedo, protonotario del papa y deán de la catedral primada de Toledo, de un gótico tardío, construida bajo la dirección del maestro de obras de la catedral de Oviedo, y a su derecha la Capilla del Cristo, de la época del barroco, amplia y potente. Y, cómo no, recordar que entre sus muros alberga los restos mortales de Pedro Menéndez de Avilés, un prohombre del siglo XVI español, el merino predilecto de Felipe II, cuya vida solo es comprensible sabiendo que nació en el entorno de San Nicolás y viviendo el ajetreo del puerto.

Tras la iglesia veréis asomar un pequeño tramo de la cerca, que pronto podremos ver en un espacio mucho más amplio, una vez que puedan derribarse los edificios que se le han adosado en su zona exterior. A ras de suelo adosada a la muralla, una antigua construcción alargada, que hasta hace no muchos años albergó una conocida sidrería y restaurante, se identifica con uno de los almacenes del alfolí o salín que tanta riqueza proporcionó a la villa y que atrajo a su puerto a numerosos bajeles franceses y portugueses.

La atracción de industrias en el tránsito del siglo XIX al XX es uno de los momentos destacados de la ciudad

Pero volvamos la mirada al frente, y al fondo volveremos a encontrarnos otro referente de lo que fue el Avilés de la segunda mitad del siglo XX y que en parte perduró hasta nuestros días. La sólida chimenea de la central térmica y dos o tres pertenecientes a las baterías de cock traen a nuestra memoria el momento en que tuvimos a menos de un kilómetro en línea recta del núcleo urbano unos elementos esenciales para el funcionamiento de la gran siderúrgica que se había asentado en la orilla izquierda de la ría, que tanta riqueza nos proporcionó, pero que, al mismo tiempo, tantos problemas de salud nos trajo.

Y entre ambos, antigua población e industria, podemos ver algunos de los edificios de los proyectados por Oscar Niemeyer, que ocupan el espacio en el que durante mucho tiempo faenaron las grúas que trabajaban para la siderurgia.

Y es en esta ría, en el entorno de esta ría, de este puerto, el paraje en el que Avilés sigue diseñando su futuro, ocupando los terrenos abandonados por la vieja siderurgia con empresas de mayor valor añadido en Investigación y Desarrollo, que van ocupando los espacios de la denominada Isla de la Innovación, según se va disponiendo de suelo útil, del mismo modo que otras pequeñas, medianas y grandes empresas hacen lo propio en el Parque Empresarial del Principado de Asturias.

Pero no solo de trabajo vive el hombre. La ría y el puerto avilesino, con el saneamiento de la primera, han recuperado sus aguas para uso deportivo. Mantiene en la ensenada de Zeluán los restos de un sistema dunar que antes también podíamos ver en el entorno del muelle de Raíces y Las Arobias, paisaje natural que fue de nuestra ría; podemos pasear tranquilamente por la margen derecha de la misma hasta debajo del faro de San Juan, asentado sobre el viejo castillo que sirvió de defensa contra los ataques de barcos franceses o ingleses, dependiendo de las alianzas contraídas por los monarcas austrias o borbones. Y desde él, podremos seguir viendo el ajetreo de los barcos pesqueros que acuden al puerto de Avilés, haciendo de él uno de los más importantes del noroeste peninsular.

Y no olvidar que el arte tiene un lugar preferente de acogida en el Centro Niemeyer y en la amplia explanada en torno a la que se desarrolla y que acoge exposiciones, conciertos y proyecciones siempre de calidad puntera.

De todo lo que suceda en este entorno ahora privilegiado tendrá que dar noticia LA NUEVA ESPAÑA, así como también de las nuevas noticias que vayan surgiendo sobre nuestro pasado histórico, que esperamos sean muchas y relevantes.

Feliz cumpleaños.