Ana Roza, presidenta del Gremio de Editores de Asturias. Ana María Roza vive en el pueblo riosellano de San Pedro de la Llama y allí tiene también su editorial. Fue una de las víctimas de la Gran Recesión y, además, en una edad, frisando los 50, en la que encontrar un nuevo empleo es una quimera. Para inventarse una nueva vida montó una editorial. Pero no en una ciudad: en su pueblo. Hay economía rural más allá de las vacas y el turismo.

Aquella crisis de 2008, cuando la codicia de los jugadores del casino económico hizo saltar la banca mundial, resuena aún con dolor en las vidas de miles de asturianos, hoy heridos de nuevo por el virus que vino de Wuhan y el que está llegando desde Moscú a lomos de misiles. Ana María Roza Iglesias (Oviedo, 1966) fue una de las muchas víctimas de aquel crack de la Gran Recesión. Se quedó en el paro y con la edad exacta para que nadie quisiera contratarla. Aquello cambió su vida. Tuvo que hacerse empresaria. Montó una editorial, pero no en una ciudad. Se instaló en el pueblo riosellano de su padre, San Pedro de la Llama, donde había pasado todos sus veranos de infancia. Hoy regenta el sello Delallama y es la presidenta del Gremio de Editores de Asturias, que agrupa a 26 editoriales. A veces, para publicitar sus libros, los fotografía prendidos de los pumares que tiene a la puerta de casa.

Cuando acabé la carrera de Historia del Arte, después de varios trabajos, entré en Ediciones Nobel, me tiraba ese mundo de la edición. Estuve muchísimos años, once o doce. En 2008 me presenté a una cosa que salía de la editorial Everest en León, como responsable de producción editorial. Everest acababa de celebrar su 50.º aniversario y me pareció momento para cambiar. Yo ya tenía 40 años”.

Cuando me marché a trabajar a León, en septiembre de 2008, ya estábamos con todo el rollo de la crisis y me entró un poco de así. Me había marchado de Nobel y me preguntaba: ‘¿Dios mío, qué hice?’ Pero Everest era la única gran editorial que había fuera de Madrid y Barcelona. Se dedicaban a turismo, libros de texto, infantil y juvenil... La gastronomía era uno de sus puntos fuertes. Y luego tenían muchísimas licencias de libros de Disney. Era la época de ‘Frozen’ y aquello era como una mina de oro. Allí estuve siete años. Aprendí mucho y lo pasé muy bien... Total, que Everest a finales de 2015 entra en concurso y cierra. Fue todo bastante traumático. Ahí nos dejaron colgaos. Aún estamos esperando a que el Fogasa nos pague, nos deben mogollón de pasta”.

Cuando pasó todo aquello ya tenía 49 años. Me quedé con la brocha en la mano y una indemnización bastante ridícula... Y yo tenía que pagar una hipoteca... Era un momento tremendo. A punto de cumplir 50 años y después de toda una vida laboral. Descubrí que aunque hayas trabajado veinte años seguidos, que era lo que me había pasado a mí, que no había dejado de trabajar en ningún momento, no tienes ni siquiera derecho a dos años de paro porque el ERE me los había ido comiendo”.

50 años, fíjate. A esa edad es cuando más sabe la gente, pero es muy difícil que te cojan en ninguna empresa. Es como muy deprimente. Conozco a gente que está ahora con subsidios. Cotizaste durante años y ahora viven solo con eso. Tremendo. En el mejor momento de tu vida”.

Ahora el empleo es más precario. Si hay gente te lo puede hacer estando de prácticas y hacer lo mismo, pues los contratan por menos dinero... Y como tú tendrás que cobrar un sueldo digno, pues aunque tengas una experiencia laboral de años no te quieren para nada en ninguna empresa con esa edad”.

Ana Roza en su casa Julián Rus

Total, que cuando cerró Everest me digo: cómo sigo viviendo, cómo cotizo, cómo todo. Tienes que hacerlo por tu cuenta. Y emprender es muy difícil. Un milagrito, vamos. Entonces me hablaron de las ayudas de los planes Leader del Oriente y hablé con ellos. Como mi hermana es economista y mi pareja de aquella también, me ayudaron a hacer un plan de empresa. No tenía ni idea. Quería montar una editorial. No pensaba montarla aquí. Pero mi vida había cambiado en muchos sentidos y pensé que cada vez pasaba más tiempo en San Pedro de la Llama. Aquí se vive muy bien y además tienes cerca todo. El remate para quedarme fue la ayuda Leader. Eso me permitió vivir aquí. Empecé en diciembre de 2016”.

Con la edad todo cambia, igual también es la edad, pero aquí estoy muy bien. Sé que puedo ir a comer o cenar a Oviedo en cualquier momento. De hecho, yo hago ahora más vida social que antes. Hoy se puede trabajar desde cualquier lado. Yo trabajo con un ordenador desde cualquier sitio. Si yo me marcho de viaje, lo único que tengo que hacer es llevarme el ordenador. Eso sí, un autónomo está con el ordenador a todas horas. La diferencia está en que aquí te puedes ir a dar un paseo hasta la playa cuando te apetece. Tienes esa posibilidad de despejar la cabeza. El contacto con los autores, proveedores, con todo, sigue siendo parecido. Es que cada vez nos vemos menos. Lo puedes hacer todo online. Ahora nos damos cuenta de que en muchos trabajos hay un presencialismo loco”.

Para lo bueno y para lo malo la pandemia nos enseñó que no hace falta tanto presencialismo. Pierdes la cercanía, sí, pero si cumples con tu trabajo, ¿qué falta hace? Y, pese a todo, ese presencialismo sigue existiendo. Parece que no se confía en el trabajo de la gente”.

“Eso sí, en esto del teletrabajo desde un sitio como este hay un fallo: la conexión a internet. Aquí ni hay fibra ni hay nada de nada de nada. Es muy bonito, pero no hay buena conexión. Cambiamos de compañía cien mil veces. Ahora estamos con Orange y funciona en toda la casa. Pero espera a que lleguen los meses de más turistas, julio y agosto, y olvídate de descargar bien un documento que pese mucho. Esto de la pantalla empieza a hacer circulitos y no hay manera. Y eso me afecta a mi negocio. Yo estoy todo el día mandando archivos que pesan mucho, a la imprenta, al diseñador... Igual que viene el agua, la luz o el gas ahí, pues, hijo, que metan la fibra”.

En Asturias siempre hubo un sector cultural y editorial pujante, desde los tiempos de Silverio Cañada. Ahora la digitalización ha permitido que tú puedas tener una pequeña editorial y publicar lo que quieras. Hay muchas editoriales pequeñitas que son una persona, como yo, pero alrededor de ellas hay un montón de gente autónoma, diseñadores, maquetistas, fotógrafos, ilustradores... Hay muchísimo tejido en Asturias y mucho talento en torno a eso. Y entre todas las editoriales hay mucha variedad y mucha calidad. Yo diría que estamos en el mejor momento de las últimas décadas. Creo que la gente no es consciente de lo que hay en Asturias en ese sector”.