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Los cowboys eran vaqueiros asturianos, según una investigación

El llanisco Amable Concha profundiza en el posible origen común entre el grupo del Principado y la cultura del lejano oeste americano

En Estados Unidos hay casi 2.000 personas que tienen un apellido vaqueiro y están concentrados en una zona concreta del territorio norteamericano: La Gran Cuenca y sus alrededores. Un lugar plagado de grandes desiertos y vastos territorios donde se han desarrollado todos los relatos del Lejano Oeste Americano. Las historias de salones, pueblos en medio de la nada y diligencias están protagonizados por los "cowboys", pero en realidad los vaqueros que retrata el cine lo aprendieron todo de un pueblo de origen español que llegó a esos lugares antes que ellos, en el siglo XVII. Eran los "buckaroos", una población que ha sobrevivido hasta nuestros días, formada por maestros en la ganadería vacuna de trashumancia. Etimológicamente, está por descubrir el origen de la palabra "buckaroo", pero fonéticamente tiene una pronunciación sospechosamente parecida a vaqueiro. ¿Y si la mitología de los vaqueros americanos tuviera raíces asturianas?

Esa es la pregunta con la que Amable Concha inició sus investigaciones, que ha elaborado un documento titulado "¿Vaqueiros en América del Norte? La cultura buckaroo". El próximo día 21, en el Ateneo Obrero de Gijón, ofrecerá una conferencia sobre esta cuestión. Natural de Llanes, pero residente en Gijón, este abogado y antropólogo asturiano profundiza en los orígenes de los pueblos del oeste yanqui con la sospecha de que Asturias tendría mucho que decir. Su tesis, rompedora como pocas: los vaqueiros serían el principio de todo lo que hoy conocemos como el "Far West". Sus pesquisas, que aún continúan, le han ocupado su tiempo libre de los últimos dos años. Pero hoy no tiene dudas en afirmar que los vaqueiros del occidente astur fueron el primer eslabón de toda la cosmogonía del oeste.

Su búsqueda comenzó por casualidad, al descubrir a un grupo country conocido como "Buck Owens and his Buckaroos". Lo que sorprendió es la pronunciación fonética del término "buckaroo", muy parecido a "vaqueiro", por lo que comenzó a plantearse la posibilidad que el concepto viniera desde Asturias.

El cotejo de apellidos es uno de los puntos en los que se basa su tesis. La endogamia del grupo humano está de sobra estudiada y los matrimonios entre familiares estaban a la orden del día en las brañas. Por ello, los sobrenombres son concretos y reducidos, una facilidad a la hora de rastrear sus orígenes. En total, 1.804 personas tienen diez apellidos vaqueiros en Estados Unidos. El 32 por ciento de ellos están concentrados en la Gran Cuenca y sus alrededores (California, Nuevo México, Arizona, Nevada, Oregón, Idaho, Montana, Utah y los desiertos de Sonora y Mojave), un porcentaje significativamente mayor que otros lugares que fueron receptores de población migrante asturiana en la costa este. El 29 por ciento de apellidos están registrados en Nueva York, Nueva Jersey y Florida, que en el siglo XIX acogió a familias de origen asturiano procedentes de Cuba y el Principado.

Sin embargo, las raíces del pueblo "buckaroo" son más antiguas y datan del año 1600, cuando el Virreinato de Nueva España organizó una expedición con 6.000 cabezas de ganado a los inmensos territorios de la Gran Cuenca. Para comandar semejante peregrinaje era necesario personal experto en los rebaños móviles, precisamente una de las líneas definitorias de los vaqueiros. Años después, hay datadas expediciones también de ganado encabezadas por individuos con apellidos vaqueiros, En el estudio del investigador llanisco están mencionadas las siguientes: en 1673, Alonso Riesgo, natural de Tormaleo, en el concejo de Ibias; en 1741, la de Juan Antonio Riesgo; en 1785, la de Francisco Gancedo.

Entre las similitudes entre los "buckaroos" y los vaqueiros, Amable Concha también se ha encontrado otras peculiaridades en las construcciones de sus asentamientos. En su tesis, defiende que las cabañas "buckaroo" son sospechosamente parecidas a las construcciones que se dan en la zona occidental de Asturias pertenecientes a los vaqueiros. El diseño, el método de construcción y el uso albergan coincidencias entre las dos poblaciones, ya que están estratégicamente situadas en extensos terrenos para poder gestionar el ganado y hacer más eficiente la trashumancia.

Si bien, también hay diferencias por lo que no se puede decir que las edificaciones sean idénticas. Las cubiertas vegetales, la piedra caliza y la teja, elementos tradicionales de las casas en las brañas no está presente en las construcciones americanas. El autor lo achaca a las características especiales del territorio, "que hacen muy complicado que se pudieran replicar", sostiene. Los adornos ornamentales desempeñarían un papel importante a la hora de dilucidar si los parecidos son mayores, pero por desgracia no han perdurado.

Concha también presta especial atención a las diferencias entre los "bukaroos" y los "cowboys", siendo una parte fundamental de su exposición. Mientras que los primeros llegaron en el siglo XVII a la Gran Cuenca, los segundos no aparecieron hasta tiempos más modernos. En el año 1854, con la firma del Tratado de Guadalupe Hidalgo, Estados Unidos y México pusieron fin a la guerra que mantenían por la ansias expansionistas del país de las barras y las estrellas. En el acuerdo, México se comprometía ceder una serie de territorios a EEUU, entre los que se contaban zonas que pertenecían a los "buckaroos". Los habitantes estadounidenses que se asentaron allí se fijaron en las cualidades para el manejo del ganado de los que Concha sostiene que son descendientes de los vaqueiros.

Practicaron, no obstante, una forma diferente de ganadería, puesto que los cowboys apostaron por los famosos ranchos, los "bukaroos" persistieron en la movilidad de los rebaños. De hecho, no pocos enfrentamientos se produjeron entre ambos y aún hoy, la cultura tradicional "bukaroo" considera a los "cowboys" como extranjeros, e incluso les resulta muy ofensivo ser comparados con ellos, confirma el investigador.

Los parecidos que existen, según el antropólogo asturiano, no se detienen aquí y Amable Concha espera poder desarrollarlos y comprobarlos in situ en el futuro. Menciona entre ellos que "la cultura gastronómica y las vestimentas son idénticas. Allí, la gente con la que he contactado come unos callos exactos a los que te puedes encontrar aquí y usan ropas de fieltro". De confirmarse su teoría, opina que sería un "importante avance para la promoción de Asturias por el continente norteamericano".

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