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Un cura y dos culturas

El sacerdote ucraniano Stepan Uhryn lleva un año oficiando misas por el rito oriental para sus compatriotas en Asturias y combinará esa labor con su nuevo cargo de vicario en dos parroquias de Oviedo

Stepan Uhryn, ayer, en la Casa Sacerdotal de Oviedo, con la Catedral al fondo. LUISMA MURIAS

En Asturias, Stepan Uhryn puede ser una especie de misionero. De algún modo es en Oviedo aquello que quiso ser cuando en sus años de seminarista en Leópolis, la capital de la región de Ucrania en la que nació hace 42 años, le llamaban mucho la atención las misiones. A cerca de 3.000 kilómetros de casa, el sacerdote ucraniano atiende desde hace un año las necesidades espirituales de sus compatriotas en Asturias, una comunidad de unas setecientas personas, no demasiado numerosa pero muy dinámica y mayoritariamente formada por católicos de rito oriental que para suavizar la severidad del desarraigo quisieron tener un cura que oficiase misas en su lengua y siguiendo el ceremonial de la Iglesia greco-católica ucraniana.

Ahora Uhryn vive en Oviedo, le gusta la fabada y ha encontrado las similitudes de la cocina de aquí con la de su país. Oficia misas de rito oriental en el monasterio de las Agustinas de la capital del Principado y en León, y pronto, a partir de septiembre y con la dispensa de la Santa Sede, combinará su culto oriental con el de la liturgia romana, el más ampliamente usado en Occidente. Además de a sus paisanos ayudará a la Iglesia asturiana, muy necesitada de vocaciones sacerdotales: el arzobispo de Oviedo acaba de nombrarle vicario en la nueva unidad pastoralque formarán las parroquias de San Melchor de Quirós y San Antonio de Padua, las de los barrios ovetenses de Vallobín, La Florida y Las Campas.

Tenderá un puente entre culturas, será un enlace entre dos formas de profesar la fe cristiana, y asume que va a tener que "pedir ayuda" para ponerse al día en el rito romano, pero en el fondo, como recuerda que decía un párroco que conoció en su infancia, "la labor principal del cura es pronunciar la palabra de Dios". Ahora asume como un gran desafío esta oportunidad de familiarizarse con la que reconoce como "la gran riqueza de la Iglesia católica", esta diversidad donde la versión más extendida está muy lejos de ser la única.

La suya es, de hecho, otra, la cultura eclesiástica heredera del Imperio Romano de Oriente, la de tradición bizantina y acervo de origen griego. Nacido en Drogobych, región de Leópolis, oeste de Ucrania, Stepan Uhryn fue ordenado sacerdote en 2003 y es pastor en un país de procelosas vicisitudes históricas que tiene a su población enormemente dispersa por el mundo y dos iglesias del mismo rito pero con "jurisdicciones diferentes". La mayoría religiosa es ortodoxa, pero hay también una abundante comunidad católica de rito oriental a la que pertenece la mayoría de los expatriados en Asturias. Uhryn, que recuerda los rescoldos de la clandestinidad de la religión en la antigua URSS, que tuvo que ser bautizado en casa, empezó ejerciendo su ministerio sacerdotal durante seis años junto a los ucranianos desplazados en Kazajstán. Había regresado a su país y era profesor en el Seminario cuando supo que en Asturias sus compatriotas solicitaban un sacerdote permanente y la "misión" le interesó. Pidió permiso a su obispo y descubrió "una comunidad muy interesante" que tenía "todo para la vida parroquial, libros, cálices, todo menos el cura". Ahora que ya también tienen cura es evidente que el cura se queda. Se queda, amplía la clientela y busca cura para la escasez de sacerdotes que aqueja a Iglesia asturiana. No por casualidad se incorporará a dos parroquias recién fusionadas en una unidad pastoral para hacer frente a esas estrecheces. "Paso a paso" se adapta y de paso adapta a los demás, aunque todavía haya quien le felicite por la victoria de "tu país", Croacia, contra Rusia en el Mundial de fútbol.

El italiano aprendido en tres años estudiando Teología y Patrística Oriental en Roma aporta fluidez a su español de un año en Oviedo. Cuenta así que su misión es el alivio de las penalidades del emigrante y de su vida "nada fácil", dice que en estas circunstancias "muchas veces es el cura el que mantiene unida a la comunidad".

Oficia misas según el rito greco-católico en las que celebra de espaldas a los fieles, desde un altar que en la medida de lo posible se separa físicamente de los feligreses y al que no pueden acceder ni ellos ni las mujeres. La estructura de la celebración se asemeja a la de una misa occidental ordinaria, pero administra la comunión con una cucharilla y el pan que bendice, hecho con levadura, también diverge del pan ácimo de la hostia del rito romano. Roma admite a los curas casados en las iglesias católicas orientales, pero él es célibe. Ellos siguen el calendario juliano y es Navidad el 7 de enero. Su liturgia responde a "una espiritualidad más mística y contemplativa", valora él, diferente de la mentalidad "más lógica, más práctica", que según su criterio regiría el sistema romano. "San Juan de la Cruz podría ser, con muchos matices, tratado como un místico oriental", afirma. Precisamente piensa que la sequía de vocaciones, "un problema en toda Europa", denota que en algún sentido "la Iglesia ha perdido parte de la mística y la vida espiritual".

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