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Riada de indignación en el Nalón

"¿Es tan difícil tener una previsión?", se preguntan vecinos y kiwicultores de Pravia, que achacan las inundaciones al desembalse: "Lo que hace daño es esa avalancha de agua"

María Florina Miranda, a la puerta de su casa de Agones, en Pravia, con las instalaciones del polideportivo municipal (la piscina cubierta en primer término) a la derecha. LUISMA MURIAS

Sabino Cuervo y Antonia Burgos iban ayer a nadar bajo techo en el polideportivo de Pravia, en Agones, pero lo que se encontraron fue una enorme piscina exterior. "Hoy el agua la tenemos fuera", bromeaba este matrimonio de Peñaullán frente a las instalaciones, completamente anegadas por el desbordamiento del río Nalón. Acceder al gimnasio, a las pistas de tenis o al campo de fútbol fue misión imposible. Todo quedó cubierto por una turbia marea de troncos y basura. Parecía que la costa se había corrido de pronto unos metros hacia Pravia. "Llevo viviendo once años aquí y qué va, nunca vi una tan gorda", aseguraba María Florina Miranda, vecina de Agones. Ella y su familia pasó una noche de "nerviosismo" ante el temor de que el agua entrase en casa. Y entró, al menos hasta el garaje. "Todos los años nos visita el agua, pero un poco. A las siete de la mañana sentimos un ruido tremendo y a partir de ahí esto fue a más", se lamentaba.

Como Florina, muchos otros pravianos vivieron la jornada en alerta. Con calderos en la mano y achicando agua. Todos saben que cada vez que llueve con intensidad, el Nalón no falla: se desborda. Ayer en Salas, por cercanía, cayó el segundo mayor chaparrón de Asturias: más de 70 litros por metro cuadrado. Con razón, el río Nalón bajó por Grullos (Candamo) con un caudal superior a 6,29 metros y el Narcea por Quinzanas (Pravia) con 3,18 metros, según datos de la Confederación Hidrográfica del Cantábrico. El organismo dependiente del ministerio de Medio Ambiente no se libró de las críticas, como sucede cada vez que hay inundaciones. "El año pasado cayó mucha más agua y hubo deshielo, pero controlaron mejor las compuertas", protestó Emilio González. "Aquí siempre estamos con la espalda abierta", apostilló este vecino de Peñaullán. Ayer al mediodía el agua ya había comido parte de su finca y amenazaba con entrar en su negocio, un taller de coches, así como en la planta baja de su chalé. "Estamos levantando todo lo que tenemos en el garaje", señaló González, que teme que la historia de 2010 se repita, cuando el agua cubrió "40 centímetros" su taller.

Indignación hubo también entre los kiwicultores, cuyas plantaciones quedaron completamente sumergidas bajo el agua. "Riadas las hubo toda la vida, pero al menos los cauces se mantenían limpios", denunció Javier Feito.

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