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Supervivencia a golpe de ingenio

Algunos bares abren un ventanuco en el escaparate para servir cafés con leche y cortados: “Estamos dentro de la legalidad”

Vanesa García sirve a una clienta un café para llevar, en la calle Ventura Rodríguez de Oviedo. | Irma Collín

“Un pincho de tortilla y un cortado, por favor”. Esta frase aparentemente imposible de oír estos días en Asturias, se repite con frecuencia ante una cafetería de la calle Ventura Rodríguez, en Oviedo, que ha hecho de la necesidad virtud al servir exclusivamente café y pinchos de tortilla para llevar a través de un ventanuco en el escaparate y en horario reducido de 8.00 a 16.00 horas. Una decena de personas hacía cola al mediodía de ayer pacientemente, separados entre sí por más de un metro y medio de distancia, y tras una cadena blanca y roja que delimita el espacio en el que antes había una terraza. “Le pregunté a mi casera si podía hacerlo y sí. Estamos dentro de la legalidad”, explicó el propietario de la cafetería, Daniel Menéndez.

El local también atiende encargos de tortillas, la especialidad de la casa, y en solo 24 horas recibió cinco pedidos. La clientela es la habitual; vecinos y trabajadores del entorno que no pueden pasar sin el cafetín de la mañana, o incondicionales de la tortilla de ocho huevos. “Es una forma de salir adelante, no podemos permitirnos cerrar del todo, por lo que hay que agudizar el ingenio”, cuenta el propietario mientras atiende el teléfono. Otro encargo. Tortilla rellena.

Edgar Manuel Mejías entrega comida a un repartidor en Otero. | Irma Collín

Algo parecido le pasa a un local de la plaza del Ayuntamiento ante el que hacían fila un buen número de personas. El establecimiento, de reducidas dimensiones, se dedica en realidad a la venta de café y té para llevar, y a la venta a granel de los mismos productos. Es decir, está considerado como una tienda de alimentación. “Estamos vendiendo más que durante la primera oleada y que en los últimos días porque las cafeterías estándar están cerradas, pero también es verdad que hemos perdido clientes que tenían la oficina en el entorno y ahora teletrabajan”, explica su propietario, Francisco Royo.

El reparto a domicilio, también permitido, es otra de las fórmulas a las que recurren algunos hosteleros. Edgar Manuel Mejías regenta una sidrería en Otero desde enero. De los cinco empleados que tenía entonces, quedan él y su socio en la cocina, un camarero y un repartidor. El resto está en ERTE o en el paro. El primer día de cierre obligatorio lo destinó a preparar y diseñar los platos y menús a domicilio. Un servicio con el que cumple una doble función; tener las menores pérdidas posibles estos quince días y ayudar a los vecinos del barrio, especialmente a los de edad avanzada. “Aquí vive bastante gente mayor, jubilados o viudos que tiran de nosotros para comer casi a diario y piden el menú.”, cuenta Mejías. En la zona alta de la ciudad, en la calle Cervantes, Rodrigo Roza, propietario y chef de un restaurante, también se preparaba para los pedidos de los próximos días. El servicio entró en funcionamiento en mayo y desde entonces ha sido una constante con opciones algo diferentes a la carta habitual. Los encargos ya han empezado a llegar.

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