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Ignacio Villaverde Menéndez Rector de la Universidad de Oviedo

Ignacio Villaverde, rector de la Universidad de Oviedo: "En cuatro años queremos pasar de tener un 2% de alumnos extranjeros no erasmus a un 10%"

“Hay que analizar cómo cargamos los datos para rankings porque en el de Shanghai nos perjudicó que uno de nuestros científicos bandera, Julio Bobes, no apareciese afiliado a la Universidad; en estas clasificaciones nos jugamos la reputación de la institución”

Ignacio Villaverde, rector de la Universidad de Oviedo: "Este es el primer curso que afronto como rector, estoy abrumado y esperanzado"

Ignacio Villaverde, rector de la Universidad de Oviedo: "Este es el primer curso que afronto como rector, estoy abrumado y esperanzado" Amor Domínguez/ Irma Collín

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Ignacio Villaverde, rector de la Universidad de Oviedo: "Este es el primer curso que afronto como rector, estoy abrumado y esperanzado" Mónica G. Salas

El rector de la Universidad de Oviedo desde hace medio año, Ignacio Villaverde Menéndez, afronta el nuevo ciclo académico “con una sensación abrumadora de responsabilidad”. Por varias razones: porque es su primer curso como máximo responsable de la institución, porque ha tomado la decisión –“no exenta de riesgos”– de volver a la presencialidad total, y porque toca “empezar a cumplir lo prometido”. “Los seis meses de gracia ya han pasado. He insistido mucho a mi equipo rectoral de que a partir de ahora hay que poner resultados encima de la mesa”, afirma desde su despacho de Oviedo, en el que llaman la atención un gigantesco cuadro de Bernardo Sanjurjo y multitud de fotografías de su vida académica repartidas por las estanterías.

El rector Ignacio Villaverde. | Irma Collín

El rector Ignacio Villaverde. | Irma Collín

El catedrático de Derecho Constitucional concede esta entrevista en exclusiva a LA NUEVA ESPAÑA a menos de una semana de que empiecen las clases, el próximo viernes día 10.

–La Universidad retomará, por fin, la docencia presencial.

–Sí, necesitábamos volver, sobre todo, por el estudiantado. Es cierto que, como se dijo en Ribadesella –la cumbre académica que organizó el mes pasado LA NUEVA ESPAÑA–, los estudiantes pudieron haber aprendido, pero no han vivido la experiencia universitaria. Hay que pensar que hay alumnos que se están matriculando en tercero de carrera y que apenas han tenido tres meses de clases presenciales en todo este tiempo. Por tanto, había que volver; eso sí, con cautelas. Insistimos mucho en que la declaración del escenario verde o de presencialidad plena es en pandemia. Esto no es volver a marzo de 2020 justo antes del confinamiento.

–¿En qué afecta el escenario verde con el apellido “con cautelas” a las distancias de seguridad?

–El escenario verde de nuestro plan no tiene prevista ninguna distancia en el aula y, además, permite ocupar el cien por cien de la capacidad de los espacios universitarios. Sin embargo, consideramos que lo prudente es que, allí donde sea posible, intentemos mantener un mínimo de distancia interpersonal. Y donde no lo sea, aplicar medios técnicos que reduzcan los riesgos, como medidores de CO2 y ventilación natural o mecánica.

–¿Quiere decir que las facultades y escuelas que tienen problemas de espacio podrían volver, en el escenario verde, sin necesidad de dejar un asiento libre entre estudiantes?

–Exacto. En la medida en que no puedan, lo que priorizaremos es el regreso a las aulas y, en esos casos, intensificaremos los medios técnicos para garantizar la salubridad de los espacios. Esto es algo que está muy estudiado por nuestro equipo de prevención.

–En el caso de que la pandemia empeorase y la institución regresase al escenario naranja, que sí obliga a guardar distancias, ¿los centros más saturados tendrían resueltos los problemas de espacio?

–Sí, nosotros siempre hemos insistido y seguiremos insistiendo en que tenemos que estar preparados para cambiar de escenario en cualquier momento. Creo que ahora mismo estamos en condiciones, a partir del 6 de septiembre, de pasar a un escenario verde, pero es verdad que quién contaba con la quinta ola o con las variantes del virus. Eso todos los centros lo saben y todos tienen planes de contingencia adaptados a cada situación.

–Antes comentaba que hay alumnos que empezarán tercer curso de grado y que prácticamente no han pisado las aulas. ¿Cómo ha afectado la pandemia a los estudiantes? ¿Perciben desmotivación?

–Estamos haciendo un análisis. Yo creo que sí hay una cierta desmotivación y tenemos la impresión (todavía no tenemos el dato) de que ha bajado el rendimiento académico y que, por tanto, hay más asignaturas repetidas. De hecho, así nos lo han trasladado los centros. Y por otro lado, pienso que también hay un impacto emocional: esa sensación de que han perdido un año largo de su vida, porque han estado en casa y no han tenido la oportunidad que tuvieron los estudiantes de Secundaria de estar en las aulas. Todo eso tenemos que analizarlo en profundidad con ayuda del Consejo de Estudiantes y explorar si es necesario tomar medidas que palien los efectos de la crisis sanitaria.

–Los colegios e institutos tuvieron el pasado curso presencialidad o, en el peor de los casos, semipresencialidad. ¿Cree que la Universidad podría haber vuelto primero a las aulas?

–Yo creo que los datos epidemiólogos no lo permitieron, no hubiera sido prudente. Algo que nos caracteriza en la Universidad, a diferencia de los centros escolares, es la movilidad. Un centro de Primaria o Secundaria tiene estudiantes que viven en un entorno relativamente cercano. En la Universidad, en cambio, movilizamos a 20.000 personas que se desplazan por el territorio asturiano. Yo creo que se tomaron las decisiones adecuadas. Además, hay que pensar que hace cuatro meses apenas había un 20% de la población vacunada y era de edad avanzada. Sin embargo, el 10 de septiembre, que es cuando empieza el curso, probablemente esté inmunizada prácticamente toda la comunidad universitaria.

–¿Continuarán haciendo avances en docencia telemática?

–Sí, creo que no podemos dar marcha atrás. Yo sigo reivindicando que la Universidad de Oviedo es una universidad presencial. Y tiene que volver a esa condición. Nosotros no somos la UNED ni somos una institución online. Ahora bien, eso no quiere decir que no tengamos que aprender a estar presentes en el ciberespacio, ese otro mundo que es hoy tan real como el físico. Tenemos que aprovechar toda la inversión que hemos hecho en medios técnicos a raíz de la pandemia y mejorarla porque eso nos permitirá ser mejores y llegar más lejos. Podríamos llegar a un universo estudiantil que no puede trasladarse todo el curso a Asturias, pero que si les ofrecemos una enseñanza semipresencial quizá sí que se matricularían aquí.

–¿Tienen entonces en mente ofertar estudios online o semipresenciales?

–Hemos hecho un primer experimento, con el grado en Ciencias e Ingeniería de Datos, que es semipresencial –y se estrena este curso–. Tenemos que seguir en esa línea. Nosotros queremos trabajar en dos grandes proyectos. Uno de ellos son los paquetes digitales. Es decir, que en determinados estudios podamos ofrecer un paquete formativo digital que puede complementarse con el presencial. “Mire, usted tiene que venir quince días o un mes o dos para hacer exámenes o talleres presenciales, pero el resto de su formación puede hacerla a distancia”. Incluso esto nos podría servir para que la Universidad de Oviedo no fuese un factor de vaciamiento de la Asturias rural. El que una chica o un chico que viva en Yernes y Tameza o en Unquera o en Vegadeo puedan seguir sin dificultades su formación.

–¿Y cuál es el segundo proyecto digital?

–Implantar aulas inteligentes. Ya tenemos un par de proyectos piloto, uno de ellos se inauguró a finales del curso pasado en la Facultad de Formación del Profesorado y Educación. Nuestra idea es utilizar uno de los espacios del Cristo, en esa primera fase de rehabilitación del viejo HUCA que tiene previsto acometer el Principado, para crear aulas inteligentes que nos permitan diseñar los paquetes digitales.

–¿Esa oferta online tienen fecha de implantación?

–No, de momento, no. Lo incorporaremos al plan estratégico, que esperamos aprobar a principios del año que viene. Y la idea es, primero, hacer un diseño del modelo de aula inteligente, junto al INIE (Instituto de Investigación e Innovación Educativa), y realizar proyectos piloto para ver cómo rueda. Sí que nos gustaría hacerlo a buen ritmo y acabar el mandato diciendo que ya está implantado con carácter general el modelo de aula inteligente y que, además, ya tenemos una plataforma digital que nos permita ofertar paquetes formativos digitales en un número importante de nuestros estudios, tanto oficiales como no oficiales.

–A la vista de los malos datos demográficos y de que las matrículas de estudiantes caen cada curso, ¿cómo se proponen captar más alumnado?

–Desde luego, nuestros estudios son de muchísima calidad y, además, es una calidad reconocida y reputada. Pero es verdad que competimos con universidades que tienen estudios con tanta calidad como los nuestros. Por tanto, hay que hacer algo más. Por un lado, hay que mejorar las infraestructuras, y por otro, hay que apostar por esos paquetes digitales que comentaba. Y luego tenemos que hacer más esfuerzo en captar estudiantes foráneos. Nuestros propósito es que, a lo largo de estos cuatro años de mandato, lleguemos a un 10% de estudiantes extranjeros.

–¿Ahora mismo ese porcentaje en cuánto está?

–La última cifra que vimos no llegaba a un 2%, sin contar a los “erasmus”. Este programa es fantásticos y tenemos que seguir apostando por él, pero los estudiantes vienen solo un tiempo. En realidad, no son alumnos de la Universidad de Oviedo ni se gradúan aquí. Necesitamos personas que vengan de fuera, residan en Asturias y se gradúen en nuestra institución.

–¿Y cómo llegarían a ese 10% de alumnado extranjero?

–Con infraestructuras, como decía, y con una buena campaña de difusión. Hacer un buen marketing universitario dará sus frutos. La prueba la tenemos en el plan piloto de difusión que pusimos en marcha con el nuevo grado de Ciencias e Ingeniería de Datos, que ha tenido un impacto sorprendente, con 500 solicitudes para 60 plazas. Por otra parte, necesitamos abrirnos a ciertos sectores. Creo que la Universidad de Oviedo le ha dado demasiado la espalda a Hispanoamérica y tenemos que abrirnos a ese entorno porque, entre otras cosas, no tenemos la distancia del idioma.

–La Consejería de Ciencia lanzará este mes el esperado programa de atracción y retención de talento “Margarita Salas”. ¿Cree que los 16 contratos que contempla, de los cuales 4 son para fichar a investigadores internacionales senior, es un buen comienzo o lo ve insuficiente?

–A todos nos gustaría que se hubiesen sacado más contratos, pero es un buen inicio y estamos muy esperanzados. A la Universidad de Oviedo se le abre una gran oportunidad para internacionalizarse. A los programas de la Consejería de Ciencia hay que sumar el plan de recualificación del Ministerio de Universidades y que aquí ha tenido una gran acogida, de la que estamos muy orgullosos –47 aspirantes para 15 plazas–.

–La Universidad de Oviedo ha bajado 200 puestos en el prestigioso ranking de Shanghai. ¿Comparte la opinión de algunos exrectores de que ese desplome puede deberse a la jubilación de investigadores con alta producción?

–El ranking de Shanghai nos tiene preocupados y ocupados porque hemos experimentado una caída importante. Tenemos que analizar por qué hemos vuelto a niveles de hace diez años. Yo creo que ahí pudieron influir varias cosas. La primera es que una de las ratios que utiliza Shanghai es el número de estudiantes extranjeros y, obviamente, en el año 2020 cayeron como consecuencia de la pandemia. Una segunda razón es que muchos de nuestros investigadores de alto impacto se han jubilado o, debido a la crisis sanitaria, han publicado menos. Y en tercer lugar, hay cosas anecdóticas, como por ejemplo que hemos descubierto que uno de nuestros autores de altísimo impacto no aparece afiliado en los datos a la Universidad de Oviedo, sino a otra institución.

–¿De quién se trata?

–De Julio Bobes –catedrático de Psiquiatría–. Eso nos ha perjudicado, porque Julio Bobes, junto a Carlos López Otín, Pablo Alonso y otros científicos, es uno de nuestros mascarones de proa, uno de nuestros investigadores bandera. A veces ocurren estas cosas y un error en la carga del dato tiene unas consecuencias tremendas. Yo siempre he dicho que los rankings no nos deben obsesionar pero debemos tomárnoslos en serio. ¿Por qué? Porque el ranking es la medida de reputación de nuestra universidad. Al final, la imagen que tienen otras instituciones pasa siempre por dónde estamos en el ranking. Tú hablas con Stanford y lo primero que te preguntan es: “¿Su Universidad en qué posición del ranking está?”. Si, además, la intención es captar a profesorado senior de fuera, lo primero que van a mirar es en qué puesto estamos. Y si no estamos en un puesto aceptable, ellos no van a bajar escalones, no van a venir aquí porque eso va a repercutir en su carrera académica y en su capacidad para captar fondos.

–¿Tienen alguna estrategia para los rankings?

–Sí, y pasa por dos cosas. Primero, tenemos que analizar bien por qué estamos dónde estamos en los rankings. Y en segundo lugar, tenemos que analizar cómo cargamos la información. Nos tememos que, en muchos casos, cómo la anécdota que contaba, perjudica cómo la información de la Universidad de Oviedo fluye y cómo la captan los autores de los rankings. Además, estoy seguro de que no nos están valorando otras cosas. Por ejemplo, el matemático ruso Efim Zelmanov, que ganó la medalla Fields, el equivalente al Nobel de las Matemáticas, trabaja desde hace muchos años con un grupo de la Universidad de Oviedo. Es decir, es un colaborador regular. Y, probablemente, no lo computemos como un investigador de la Universidad de Oviedo cuando lo es. Y, en tercer lugar, tenemos que tener una estrategia de mejora de nuestra presencia en los rankings y seleccionar en qué clasificaciones queremos estar y puntuar bien. Porque, insisto, en eso nos jugamos buena parte de nuestra reputación.

–Esta semana se aprobó en Consejo de Ministros la futura ley de Universidades de Castells. Querría que me reflexionase sobre dos aspectos concretos: el nuevo sistema de elección de rector y la preferencia de las mujeres en las contrataciones.

–No he tenido tiempo a leer con detenimiento el anteproyecto porque hemos estado muy centrados con el arranque del curso. Pero no me gustaría que se perdiese la oportunidad de hacer un gran pacto de Universidad, que hace mucha falta. Creo que es un anteproyecto que está muy trabajado, al margen de que se comparta o no su contenido. Es verdad que siempre ha estado encima de la mesa los mecanismos de elección de rector y opino que es bueno que se siga manteniendo el sistema de sufragio universal con voto ponderado porque eso ha demostrado ser una participación muy efectiva y sana de la comunidad universitaria. Creo también que es muy importante que quienes se presenten a estos procesos sean personas con prestigio académico y también de gestión. Es probable que esa apertura, con la eliminación del requisito de catedrático, esté pensando en las universitarias. En cuanto a la segunda cuestión, está muy en línea con nuestro plan de igualdad y con ese propósito de romper techos de cristal. Se observa que la carrera académica de las mujeres se ralentiza en comparación a la de los hombres y eso lleva a que haya áreas más masculinizadas que otras. Por tanto, será bienvenida cualquier medida que nos ayude a romper esas desigualdades.

Ignacio Villaverde. Irma Collín

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