El Consejo Regulador de la Indicación Geográfica Protegida (IGP) Faba Asturiana y Verdina de Asturias entrega este jueves en Pruvia (Llanera) los premios a las mejores cosechas de las temporadas 2017-2018, 2018-2019 y 2019-2020. Un encuentro en el que quieren reconocer el buen trabajo del sector y su esfuerzo por mejorar los cultivos que este año han crecido tanto en superficie como en certificación. Hay 213 hectáreas respecto a las 185 de 2020 y la IGP lleva más legumbre certificada con el sello de calidad respecto a las mismas fechas de 2020, en concreto 16 toneladas más: de 17 se ha pasado a 33. Todo pese a que desde la recogida, el pasado mes de octubre, no se ha podido desgranar toda la cosecha debido a los temporales de lluvia. Pero a más terreno, más producción.
“La faba sigue en los secaderos sin desgranar, un trabajo para el que no debe haber mucha humedad y es aconsejable un ambiente seco para que la maquinaria pueda separar la vaina del grano”, explica Paula Álvarez González, directora del Consejo Regulador. Esto retrasa la venta pese a que hay una alta demanda. Por ello, estos días de sol y con la previsión meteorológica en la mano los productores apuran el desgrane.
Con todo, están muy contentos con la calidad de fabas y verdinas que certifican este temporada por ser excelentes debido al tiempo soleado y con altas temperaturas del verano e inicio del otoño, algo que favoreció el tramo final del crecimiento y recogida. “Fueron dos meses excepcionalmente favorables y eso permitió una maduración muy alta del grano”, detalla Álvarez. Y eso que, al inicio de la temporada en la pasada primavera, los productores sufrieron debido a las malas condiciones climáticas.
La lluvia primaveral dañó “seriamente” los terrenos en producción con problemas de encharcamiento de agua en zonas del Occidente. También produjo movimientos de tierra por escorrentías en Villaviciosa, que se vieron muy afectadas por el exceso de agua “debido a que son texturas de suelo más arenosas”. La humedad también incentivó las malas hierbas entre las líneas de cultivo, obligando a los productores a doblar los trabajos de control y limpieza.
En ese sentido, las plantaciones sufrieron sanitariamente con la aparición “poco usual” de focos de antracnosis y phoma en el primer mes de vida de la planta. Las malas hierbas también afectaron al cultivo de verdina temprano.
Además, en agosto hubo una humedad ambiental superior a la habitual, detectando sclerotinia en prácticamente el ciento por ciento de las parcelas sembradas en abril, “en algunas de forma puntual y en otras afectando casi al 50% de las vainas”. Sin embargo, las verdinas que fueron sembradas más tarde, a partir de junio, no tuvieron estos problemas ya que en septiembre, en la fase final de crecimiento, hubo tiempo seco que “permitió mantener un buen estado sanitario en las parcelas en la parte final del cultivo”, señala la directora técnica.
Y, al igual que con la Faba Asturiana, el tiempo también trastocó el secado de las verdinas que fueron recogidas en agosto “por la ausencia de sol y aire, que dificultaba mucho el trabajo en los secaderos aumentando los tiempos de secado y, por consiguiente, los trabajos de volteo de la verdina”. Unas condiciones que, junto a las diferencias en el manejo y protocolos de trabajo, han hecho una cosecha desigual entre parcelas “aún en la misma zona”. Así ha sido la temporada 2021/2022, en la que pese a las afecciones del tiempo, el aumento de hectáreas productivas está favoreciendo la certificación de más legumbres por parte de la IGP, que espera una muy buena cosecha en cantidad y calidad.