"Cuatro décadas que volaron en un suspiro", la contracrónica de Evelio G. Palacio

Si para los viajeros de Pajares, Asturias se presentaba "tallada en blanco mármol", por la nieve, y "festoneada de encaje", por el verde, para los de la Variante se aparece fundida en negro

La Alta Velocidad hace historia en Asturias: el tren atravesó los 24,6 kilómetros de túnel de la Variante en apenas once minutos

S. Fernández/ I.Collín/ A. Domínguez

Evelio G. Palacio

Evelio G. Palacio

Cuatro décadas deseándolo volaron en un suspiro. Fue un sueño, y como un sueño fugaz recordado. Un momento de realidad virtual. La crónica de once minutos. El Alvia circulaba a 201 kilómetros por hora bajo la cordillera Cantábrica con destino a Oviedo / Uviéu, que así lo repetían por la megafonía todo el tiempo. Una cámara colocada para la ocasión en el frontal de la locomotora transmitía a los monitores situados sobre las puertas de los vagones las imágenes del coloso vencido. Esos que en los viajes comerciales proyectan películas de entretenimiento. Y aquello tenía ciertamente muchos aspectos de un Matrix sobre raíles. Difícil descifrar si la versión real era la que cada viajero percibía en el asiento de siempre o la que una desconocida y futurista inteligencia artificial mostraba por los monitores. Las rarezas que tiene eso de hacer historia.

Desde la ventana, daba igual mirar a la derecha o a la izquierda. Nada acertaba el pasajero a percibir. Como si el cristal estuviera velado. La materialización de la fugacidad. En una primera impresión podía parecer que el convoy circulara a la velocidad de la luz. Los haces de las luminarias que se sucedían con perfección rítmica en el interior de la galería, y que la locomotora iba devorando, estaban allí, en aquella televisión, pero resultaban imposibles de percibir por la ventana.

Si para los viajeros clásicos que circularon por la rampa de Pajares en invierno, Asturias se presentaba rotunda, como "tallada en blanco mármol por la nieve", y más abajo, en el descenso, "festoneada de encaje por el verde de los bosques", para los de la Variante se aparece fundida en negro. La oscuridad del fondo del valle que atraviesa el recorrido nuevo, de una negritud aún mayor que la de antes de dejar atrás La Robla o la de después de pasar Campomanes, conformaba una cortina opaca que escondía le misterio.

Fue una cita a ciegas, que hubiera merecido una advertencia por los altavoces del momento culminante en el que tomar conciencia plena del destino. "Comienza túnel", se echó en falta escuchar, igual que los comandantes de aeronaves advierten "entrando en pista para despegue". Hasta que súbitamente apareció en pantalla, como una visión sin más preámbulo, aquella transmisión de lo que afuera estaba sucediendo. Una pena que no se mantenga para siempre, que no la gocen los viajeros de los próximos trayectos. Quizá cuando lleguen los Avril. Dicen quienes visitaron las unidades en fabricación que supondrán un salto cualitativo en comodidad, espacio y atenciones.

Veinte años de obra y cuarenta y cuatro de espera merecen revestir de mística ese momento del que cada asturiano que salga o entre a la región en tren va a sentirse protagonista en los próximos días, en su particular cara a cara con el mito. Para orientarle en el tránsito. Para que afine los sentimientos. Para gozar de la alegría de romper el cerco del aislamiento en el instante justo y preciso. Para disfrutar de una hazaña tecnológica: el hombre invencible, victorioso sobre los elementos. El el interior, a más de mil meros bajo los picos, no hay wifi ni cobertura de móvil. Solo posbilidad de llamadas SOS. El “homo digital” lo maldecirá. No podrá compartir al instante por sus redes o con la familia la hazaña de culminar el hito.

Antes, superar la cordillera significaba rebasar la frontera entre el reino de las nubes y el del sol. Ahora, equivale a desbordar los límites de la innovación y el conocimiento que fue necesario desarrollar para situarse a la altura de un desafío colosal. Que las futuras generaciones reciban como legado, y como regalo, el testimonio de este inmenso esfuerzo. Un espacio dedicado a contar paso a paso la ruptura de la incomunicación. Por tren o por carretera, cada proyecto fue el más importante en su momento. ¿Por qué no consagrar la rampa en desuso a imponer un relato, a contar los retos?

Y como todo lo bueno, aquel instante mágico, de realismo mágico, resultó breve. Excesivamente breve. Apetecía repetir y dar la vuelta desde Pola de Lena. Rebobinar, revisar a cámara lenta lo que acababa de acontecer para atraparlo en una imagen para siempre. A las 16,04, el tren tomaba en La Robla otro rumbo por primera vez en la historia para estrenar la senda inédita a Asturias. A las 16,07 entraba en el túnel de 25 kilómetros, el más largo de los que componen la sucesión de la Variante. A las 16,18, asomaba por la boca de Campomanes en su camino sin retorno hacia el futuro. En esos once minutos… un convoy succionado por un agujero sin fin, un descenso hacia el abismo sin abismo, una puerta abierta a la dimensión de lo desconocido. Daban ganas de saltar de la butaca a la pantalla. Trasladado a la cotidianidad compartida por miles de asturianos a diario : sería como soterrar la "Y”. Entrar en el parking de la Escandalera de Oviedo, plaza ferroviaria donde más haya, y aparecer todo seguido 660 segundos después en el de la plaza de Europa de Gijón. A eso equivale la Variante.

Ricardo Becerro de Bengoa, periodista, publicista y político vasco del siglo XIX, comprendió el arraigado amor de los asturianos por Asturias al ver postrarse en el puerto, para besar la tierra en la que habían nacido, a los integrantes de una cuadrilla de arrieros retornando de Castilla. A más de uno de los 70.000 viajeros que ya tienen billete para adentrarse en la línea, o de los 1,2 millones que Renfe espera mover el primer año, les apetecerá hacer lo mismo después de cruzar el paso.

Para abrir el 15 de agosto de 1884 en Busdongo el túnel de La Perruca y la rampa, Alfonso XII, tatarabuelo del Felipe VI, que ayer tomó su relevo con la Variante, tuvo que salir de Segovia a las nueve de la noche del día anterior, y después de llegar a Gijón, partir en barco hacia Ferrol. El Rey actual retornó desde Oviedo en el mismo tren que le trajo a mediodía. La rampa cumplió ayer 50.875 días de servicio. Con 139 años resistiendo al pie del cañón, todo un manual de resiliencia, bien merece una jubilación. Honrosa. Si la Variante durara lo mismo, el 15 de marzo de 2163 el Principado tendría que inaugurar aquello que vaya a reemplazarla. Que lo que llegue sea antes de esa fecha querrá decir que los asturianos de entonces ya no pierden trenes, saben hacerse oír y convencen con argumentos. Desde que surge una necesidad en infraestructuras de cualquier tipo hasta que encuentra solución, las obras hasta el presente en Asturias se miden en décadas.

Por lo demás, la normalidad. El resto del viaje desde los dominios de Isabel Díaz Ayuso, ausente, no cambia. Tres horas y diez minutos muy llevaderas. Un abrir y cerrar de ojos desde León. Hubo quien confundió a Barbón con el presidente de Renfe, para no variar sobre el desconocimiento patológico que en general provoca Asturias a los de fuera. Viendo que al llegar a Valladolid otros invitados creían hallarse en Soria, el despiste debe ser cosa de la España plural. De entrada, en la salida en Chamartín, quizá para comenzar a combatir el desconocimiento, una bolsa promocional del paraíso natural ofrecida por el Gobierno regional. La composición: moscovitas, una libreta de notas, una etiqueta de corcho para maletas y una guía asturiana de Lonely Planet firmada por Giacomo Bassi.

La tripulación de tren recibía en uniforme de gala. Estrenado para la ocasión. Con capa. Diseño de Ulises Mérida. Un retroceso en la moda, guiño al pasado, quizá para agrandar el salto en el tiempo que iba a iniciarse. De menú, surtido de embutidos y ensalada de salmón. No tan en broma, los periodistas madrileños echaron de menos la fabada. Anécdotas de campaña para los anales.

Nadie como Ortega y Gasset describió la entrada en Asturias. "La córnea se encuentra enredada en una substancia algodonosa donde pierde su ruta cien veces: es la niebla. No es buen sitio Pajares, o Leitariegos, para detenerse a echar un sermón. Sopla un fino cierzo en la divisoria, y la niebla que, vacilante, asciende de los senos profundos, llega frígida a la altura. La ética podría costarnos un resfriado y, además, nadie nos escucha". Los sermones tocaron esta vez en Oviedo, pero como si el clima del alto hubiera mudado a la capital, fueron cortos. Resultó un acto a toda velocidad quizá por los que gritaban fuera. Resfriado cogerían, pero se les escuchó. A pesar de todo, nada empaña un día inscrito con letras de oro en la gran historia regional.

"Serenas praderías de un verde oscuro, colgadas a mil quinientos metros y circunscritas por rocas verticales nos rodean", seguía Ortega. "Alguna vaca, solemnemente solitaria, pace en ellas. Las nubes que bogan por el cielo se desgarran entre los riscos". Picos agrupados como flechas de una catedral gótica, férreos carriles enjabonados de escarcha… Con el fin de Pajares, Asturias pierde una fuente de inspiración para los poetas, una estampa que no parece de suyo natural, sino pintada por la mano de un artista. Pero gana definitivamente la modernidad.

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En aquellos tiempos del ilustre Jovino, Asturias era una región cerrada sobre sí misma, que cultivaba un poco de todo para autoabastecerse. La falta de intercambios derivaba de la dificultad para superar las montañas. Esa suerte de región cerrada por orografía, que no por carácter, forjó una relación especial de los asturianos con la tierra y su propiedad. Tener un sitio donde cultivar era una manera de mitigar el hambre. Resistió hasta nuestros días el intrincado laberinto de minifundios que tanto dificulta concentrar terreno para facilitar la explotación agraria. En 1772 ya existía, sin novedad en el frente, un comisionado del gobierno para las comunicaciones asturianas, un tal Jacinto Avella Fuertes, porque urgía una conexión decente con Castilla, como hasta ahora. Los transportes rápidos, al incrementar carga y velocidad, reducen costes, sostenía Jovellanos, que veía en ese déficit de comunicaciones la falta de empresarios asturianos. Ya llovió para seguir en lo mismo. "Por nuestra parte está redondeada una empresa de la mayor importancia (…); esta provincia, con una comunicación fácil, tendrá gran comercio, creará una gran industria y llevará su agricultura a la mayor perfección. Los estorbos que vienen de parte de la ley no pueden dejar de removerse, pues se va difundiendo el estudio de la economía", escribió cuando elevó a la Superintendencia sus reflexiones sobre arbitrios con los que pagar la carretera, que leyó en la Junta. Llevaba bastante tiempo Jovellanos retirado de la vida pública asturiana y del catálogo de citadores habituales, después del frenesí de los inicios del milenio. Muy a última hora, en el final de su discurso en la losa de Oviedo, lo rescató ayer el presidente Pedro Sánchez, para recordar que esa conexión entre el Principado y la Meseta se había atrevido a soñarla antes que nadie, aunque quizá no imaginó poder hacerlo con trenes por la estepa castellana a 249 kilómetros por hora. O sí, quién sabe. Derrotado de todas las maneras posibles el Pajares, descanse ya en paz el prócer. Ahora toca a otros avivar la economía.

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