Posiblemente, muchos personajes públicos no sean conscientes del alcance que tienen las redes sociales, ni sepan que para gran parte de los que utilizan este tipo de plataformas los comentarios que puedan hacer otros usuarios sobre un producto, un restaurante, una serie de televisión o un determinado destino vacacional pueden ser mucho más valiosos que la opinión de un experto. En Estados Unidos lo saben. Algunas series televisivas de previsible éxito fueron retiradas tras los primeros episodios después de que una masiva oleada de mensajes de televidentes en Twitter diera al traste con la audiencia. Se considera, además, que fue Barack Obama quien marcó un antes y un después en la relación de los políticos y su electorado a través de redes sociales, logrando un alcance extraordinario. En cierta manera Twitter y Facebook nos igualan, lo que hace al político parecer cercano. Además, el límite de 140 caracteres de los mensajes de Twitter tiene una ventaja sobre otras plataformas o medios de información: nos obliga a ser concisos y directos. Esto, unido a que se distribuye como la pólvora, que no distorsiona el mensaje inicial (como sucede con el boca a boca) gracias a las opciones de reenvío o compartir, hace que sea una herramienta capaz de mover a las masas y de reorientar la opinión pública. No cabe duda de que las redes sociales están cambiando el modo de dar y recibir noticias y la forma de relacionarnos con conocidos y desconocidos. Bien usado puede ser un arma muy poderosa para muchos, no olvidemos la función movilizadora de estas redes sociales como sucedió con el movimiento del 15-M.

Aun reconociendo este alcance, las meteduras de pata se suceden en las redes y afectan por igual a miembros de todos los partidos políticos, que pierden las formas o son traicionados por su a veces escaso, o no reconocido, sentido del humor. Parece que frente al ordenador a algunos les sucede como al volante, que es capaz de transformar al más pacífico ciudadano en un energúmeno.

Así que si hay algo que debemos saber es que hay comentarios que uno debe reprimir o restringir al ámbito más cercano. La premura es mala consejera y, a la vista de las últimas declaraciones de la diputada de Foro Asturias Carmen Fernández, en las que, indignada por los desfavorables resultados electorales, se cuestionaba la inteligencia de los asturianos, las redes sociales como Facebook o Twitter pueden ser una bomba de relojería capaz de estallar en manos inexpertas. Los psicólogos, en estos casos, recomiendan respirar hondo y pensárselo dos veces antes de escribir ciertas cosas y pulsar la tecla «enter», que a veces puede resultar irreversible y devastadora.